Evaluación de competencias. Retos y
perspectivas desde el nivel básico al universitario
Evaluation of
competences. Challenges and perspectives from basic to university level
Manuel F. Villero
Universidad Metropolitana de Educación,
Ciencia y Tecnología
https://orcid.org/0000-0003-0347-2129
Regina De La Caridad Agramonte Rosell
Universidad Científica del Sur
https://orcid.org/0000-0001-6279-0851
Eduardo Menéndez-Álvarez
Universidad Le Cordon Bleu
https://orcid.org/0000-0002-7276-7249
DOI: https://doi.org/10.36955/RIULCB.2022v9n1.001
Esta obra está bajo licencia
internacional Creative
Commons Reconocimiento 4.0
Recibido: 05/08/2021 Revisado: 20/09/2021
Aceptado: 29/11/2021 Publicado: 15/01/2022
Resumen
El propósito central de la investigación fue
analizar la evaluación de competencias, retos y perspectivas desde el nivel
básico al universitario. Se fundamentó teóricamente en los postulados de
expertos, quienes desde su perspectiva permiten contrastar sus diferentes
concepciones sobre la temática en cuestión. Metodológicamente se trata de un
estudio asociado al paradigma cualitativo de corte exploratorio, bajo la
modalidad documental con diseño bibliográfico. Entre los hallazgos más
relevantes de la investigación se develó que el enfoque curricular basado en
competencias permite abrir rutas al camino de la profesionalización, desde una
perspectiva epistemológica y paradigmática que facilita la generación de políticas
y cambios en el diseño curricular y su puesta en práctica, tomando en cuenta
aspectos relevantes en el proceso como las inversiones humanas, materiales y
financieras de las instituciones, siendo la pieza central del enfoque curricular
los perfiles de egreso, buscando desarrollar habilidades específicas y genéricas
en los estudiantes, indistintamente del nivel educativo que cursen. Se propone
un enfoque de evaluación constructivista, contextual basado en competencias, lo
cual implica centrar la praxis educativa en un modelo evaluativo orientado a
los procesos y pasos de los pilares del saber fundamentado en el desarrollo
integral de los estudiantes.
Palabras clave: Evaluación por competencias, educación
básica, educación universitaria, currículo por competencia, praxis educativa.
Abstract
The main purpose of
the research was to analyze the evaluation of competencies, challenges and
perspectives from the basic to the university level. It was theoretically based
on the postulates of experts, who from their perspective allow contrasting their
different conceptions on the subject in question. Methodologically, it is a
study associated with the qualitative exploratory paradigm, under the
documentary modality with bibliographic design. Among the most relevant
findings of the research, it was revealed that the competency-based curricular
approach allows opening routes to the path of professionalization, from an
epistemological and paradigmatic perspective that facilitates the generation of
policies and changes in the curriculum design and its implementation, taking
into account relevant aspects in the process such as human, material and
financial investments of the institutions, being the centerpiece of the
curricular approach the graduation profiles, seeking to develop specific and
generic skills in students, regardless of the educational level they are
studying. A constructivist, contextual, competency-based evaluation approach is
proposed, which implies focusing educational praxis on an evaluative model
oriented to the processes and steps of the pillars of knowledge based on the
integral development of students.
Keywords: Competency
assessment, basic education, university education, competency curriculum,
educational praxis.
Introducción
El desarrollo en todos los ámbitos de la
sociedad, sumado al avance tecnológico y a la pandemia del Covid-19, han traído
consigo la necesidad de introducir cambios en el ámbito educativo con propuestas
de nuevos paradigmas; y en consecuencia, el uso de diferentes medios y técnicas
dentro y fuera del aula, plantean nuevas exigencias, demandando concebir de manera
diferente y creativa la evaluación de la praxis del sistema educativo y su repercusión
en el desarrollo de habilidades de los estudiantes. En este contexto la ciencia
y la tecnología, para la educación, además, la gestión e impacto en la
sociedad, son vistos como elementos esenciales en el desarrollo socioeconómico,
científico, tecnológico y político de las naciones, aunado al papel protagónico
de la educación, encaminando el progreso de éstas.
Rojas (2016, p.24) plantea que “la educación es
el activo más importante de una sociedad”, permitiendo diseñar modelos de
política económica y social que sirvan de mecanismos para el desarrollo de
competencias, que propicie afrontar la globalización y obtener mayores
beneficios posibles cónsonos con la realidad.
A juicio de Leboyer (2002, p.35), las
competencias representan el resultado del proceso educativo, al constituir “capacidades
individuales que permiten la realización de tareas u obtener ciertos logros en
forma eficiente y eficaz. Entre sus componentes están los conocimientos,
habilidades, destrezas, actitudes, rasgos personales”, permitiendo al individuo
interactuar en su accionar social. Es decir, que éstas son el resultado de experiencias
integradoras de aprendizaje donde las destrezas, las habilidades y el conocimiento
interactúan para generar aprendizaje que tiene valor de cambio en relación con
la tarea para la cual fueron preparados.
Desde esa perspectiva, urge en la actual
sociedad del conocimiento, la valoración e implementación de un nuevo currículo
por competencias, que vincule a los diferentes niveles que integran el sistema
educativo y sus respectivos métodos de evaluación, con base en sus exigencias y
requerimientos establecidos por el ministerio de educación y los lineamientos
internacionales de las organizaciones vinculadas al desarrollo de la praxis
educativa.
Díaz (2018), considera que el currículo por
competencias implica asumir en el desarrollo curricular
cambios relevantes en las rutinas o demás
formas de trabajo que añaden valor a los procesos pedagógicos y de organización
que tienen lugar en el centro educativo; traducido en mejoras de los resultados
de los aprendizajes de los estudiantes, en las formas cómo mejorar la
realización de una tarea o actividad, o en ambas situaciones (par. 5).
En la misma línea de pensamiento, este
proceso se canaliza por medio de la evaluación por competencias generadas en la
praxis; que según Díaz y Hernández (2010, p. 8), involucra “un conjunto de
actividades sistemáticas y necesarias dentro del proceso educativo que al ser
administradas con estrategias pedagógicas y en ambientes adecuados, posibilitan
recopilar, procesar y analizar un grupo de informaciones cumpliendo con
requisitos metódicos, técnicos y científicos”.
Es pertinente señalar, que a pesar de los
esfuerzos realizados por entes internacionales no gubernamentales tales como Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) , Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), Organización de Naciones Unidas (ONU),
Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF),
entre otros, articulado con el Ministerio de Educación Nacional (MEN) se
evidencia el arraigo a modelos tradicionales centrados en la medición de
contenidos cognitivos, en muchos de los casos descontextualizados, obviando las
competencias actitudinales y procedimentales desarrolladas por los estudiantes.
Ante está panorámica, se requiere de un
cambio paradigmático que adopte una perspectiva constructivista, centrado en la
obtención de resultados de aprendizajes contextualizados, apoyado en un perfil
profesional y currículo por competencias en los diferentes niveles y su debido
proceso de evaluación, acorde a las necesidades y objetivos institucionales.
Con base en la situación problema antes
planteada, surge el presente estudio exploratorio documental, que se orientó en
analizar la evaluación de competencias, retos y perspectivas desde los
diferentes niveles educativos.
Desarrollo
Abordaje teórico para la comprensión del
estudio
En este aparte reflexivo se analizan teóricamente
las categorías apriorísticas del estudio, para luego generar un proceso de
triangulación que permita develar el accionar, desde la concepción de diferentes
autores en relación con el constructo evaluación por competencias desde el
nivel básico al universitario, sus retos y perspectivas en la nueva realidad
social.
Educación y competencias
La educación y las competencias interactúan
como un binomio en la actual sociedad del conocimiento, signada por
vertiginosos cambios producto de los efectos de la globalización, pandemia,
revolución 4.0. Esto significa una realidad compleja, donde los agentes
involucrados en el hacer educativo cuentan con las herramientas y mecanismos
disponibles en la era digital, para garantizar su conectividad. Se enfrenta,
según Sánchez (2018) a un nuevo reto:
lograr una educación a escala global que
abarque las necesidades de formación del capital humano con la finalidad de
generar una praxis educativa integral, desarrollando desde y fuera del aula,
habilidades, competencias y conocimientos de utilidad no solo en un entorno
local, sino también mundial (p.79).
Para tal efecto, el citado autor afirma, que
la utilización de estas herramientas pedagógicas constituye un dispositivo
transformador, ante la concepción negativa actual de valores sociales como:
cooperación, solidaridad y consenso. No obstante, existen aspectos positivos
del aprendizaje cooperativo y las estrategias dialógicas-comunicativas,
vinculados a la integración e inclusión social, aunado al desarrollo de
competencias fundamentales para superar barreras y problemas de convivencia en
la actualidad. Ante esta exigencia, los sistemas educativos son llamados en la
actualidad a realizar procesos de reingeniería organizacional abarcando aspectos
curriculares, pedagógicos, tecnológicos, investigativos e innovando procesos de
evaluación y control de sus acciones, ya que estos procesos deben ser evaluados
con bases en las competencias desarrolladas cónsonas con la realidad y
necesidades del recurso humano del país.
Al respecto, la UNESCO (2016), plantea en el
objetivo 4 del desarrollo sostenible que la educación es la clave para poder
alcanzar otros objetivos. Esta es fundamental para fomentar el desarrollo de
competencias, tolerancia entre las personas, contribuyendo además a crear
sociedades pacíficas orientadas a la búsqueda de estrategias novedosas y
procesos cónsonos con la realidad social del momento.
Desde la perspectiva de los investigadores,
los organismos gubernamentales responsables de la educación deben articularse
con las universidades como entes
rectores de la praxis educativa y sus acciones de socialización en la formación
de talento humano por competencias, requiriendo de un proceso de reingeniería
desde los aspectos didácticos, presupuestarios, gerenciales, formativos,
políticos, sociales, económicos, científicos y tecnológicos dando respuestas a
las demandas sociales y su accionar en las comunidades emergentes de la era
digital y del conocimiento.
En este caso se creyó pertinente, analizar la
postura cognitiva y pragmática de La Secretaría de Educación Pública (como se
citó en Becerril et al., 2015) al definir competencia como:
el desempeño que resulta de la movilización
de conocimientos, habilidades, actitudes y valores, de un individuo, así como
de sus capacidades y experiencias llevadas a cabo en un contexto específico,
para resolver un problema o situación que se le presente en los distintos
ámbitos de su vivir. (p.883).
En la misma línea del pensamiento, las
competencias en el proceso educativo son clave para su estudio, ya que son el
medio fundamental en la formación integral de los ciudadanos para el desarrollo
de habilidades genéricas y técnicas, es necesario hacer una exhaustiva revisión
y reflexión teórica sobre las competencias, al respecto Sandoval et al. (2008)
plantean un sistema de enfoques teóricos sobre la evolución del concepto de
competencia:
1. Enfoque funcionalista: donde se define a
partir de un análisis de las funciones clave que cumple la persona dentro de su
labor, con énfasis en los resultados o productos de la tarea, más que en cómo
se logra hacerlos. “La principal crítica realizada, es que sólo verifica qué se
ha logrado con una competencia, pero no cómo se logró, por lo que se dificulta
la aplicación de la descripción de la competencia en los procesos formativos
profesionales” (Prieto, 2007 como se citó en Sandoval et al., 2008, pp. 3-4).
2. Enfoque conductista: Está direccionado a
la identificación de las habilidades personales (proponerse metas, tomar
decisiones, detectar problemas y arriesgarse) que conllevan a desempeños de sus
funciones dentro de la organización a la que pertenece. Desde este enfoque, “se
considera a las competencias como comportamientos clave de las personas para la
competitividad de las organizaciones” a juicio de Mertens (como se citó en Sandoval
et al., 2008, p. 4).
3. Enfoque Constructivista: Desde esta
concepción la competencia se vincula con los procesos organizacionales, concebida
como “las habilidades, los conocimientos y las destrezas necesarias para
resolver dificultades en los procesos laborales profesionales, desde el marco
organizacional”, según lo planteado por Tobón (como se citó en Sandoval et al.,
2008, p. 6).
Atendiendo a esas consideraciones, para el
estudio de la evaluación de competencias en los diferentes niveles del sistema
educativo, es necesario tomar como referencia el enfoque constructivista como
método colaborativo e innovador y conocer la taxonomía de las competencias
partiendo de los enfoques de expertos como Leboyer (2002) y Becerril et al.
(2015) quienes consideran que las más utilizadas en el ámbito organizacional son
las genéricas y técnicas, las cuales se explican a continuación:
1. Competencias Genéricas: Para Leboyer
(2002) son conductas identificadas y reforzadas en el ámbito empresarial para
alcanzar éxito, enmarcado en un contexto determinado por la cultura y el estilo
de trabajo de sus colaboradores. Estas deben poseerlas cada trabajador o
miembro de la organización, indistintamente de la función o cargo que desempeñen.
Enuncia el citado autor, un listado entre las
más importantes:
Adaptabilidad, ambición, amplitud de
espíritu, autonomía, autoridad, capacidad de concentración, capacidad de mando,
capacidad de síntesis, confianza en sí mismo, control en sí mismo, coordinación,
creatividad, disciplina, energía, expresión escrita, expresión oral,
identificación y análisis de problemas, persuasión, razonamiento y resolución
de problemas, sensibilización social, sentido de la negociación, sociabilidad,
tolerancia. (p.57)
2. Competencias Técnicas: A juicio de
Becerril et al. (2015, p.884) “engloban un conjunto de conocimientos
específicos necesarios (know how) para el desarrollo de las actividades propias
del área”. Éstas se identifican y se definen dependiendo en cada área
funcional.
En el marco de las exigencia de la realidad
actual, se requiere desarrollar estas competencias vinculadas a las habilidades
virtuales, que de acuerdo con Vilchis (2014) se encuentran: (a) Demostrar
conocimiento relacionado con la informática, (b) Apropiarse de teorías y
prácticas de la ingeniería informática para ser aplicadas en el área de
trabajo, (c) Seleccionar tecnología de punta, evaluando su aplicabilidad para
satisfacer a los clientes o usuarios, (d) Evaluar sistemas hardware/software en
función de un criterio de calidad determinado por la organización, (e) Conocer
los requisitos de un sistema informático para poder alcanzar los objetivos
tanto organizacionales como personales; y, (f) Generar y desarrollar proyectos de
tecnología de información y comunicación, utilizando las metodologías acordes a
los objetivos institucionales.
Desde la perspectiva de los investigadores,
es fundamental en el actual momento, la capacitación digital de la comunidad
educativa para darle respuesta a los escenarios complejos y adaptarse a los
estándares de la sociedad del conocimiento y el desarrollo sostenible del nuevo
orden social.
Además, se requiere darles seguimiento,
vinculación y continuidad curricular a los procesos educativos de los diferentes
niveles, aplicando herramientas y técnicas que conjuguen motivación, innovación,
creatividad, investigación en un modelo educativo constructivista donde el
docente combine las competencias genéricas y técnicas para el logro de los
objetivos institucionales y las necesidades del talento humano requeridas por
el país.
Enfoque curricular por competencias
Es importante tener presente dentro del
sistema educativo, la articulación de los niveles educativos, tomando en cuenta
los perfiles de egreso y los diseños curriculares basados en competencias como
aspectos primordiales en brindar una educación pertinente y de calidad. Al
respecto, González (2009) asevera que este tipo de currículo:
es un documento elaborado a partir de la
descripción del perfil profesional, es decir, de los desempeños esperados de
una persona en un área ocupacional, para resolver los problemas propios del
ejercicio de su rol profesional. Procura de este modo asegurar la pertinencia,
en términos de empleo y empleabilidad, de la oferta formativa diseñada (p.54).
En la misma línea de pensamiento, Díaz et al
(2008) refieren que “el currículo es irreducible al documento porque todo plan
es transformado por efecto de la acción que él mismo engendra”. Por lo tanto,
todo accionar humano lleva a ser transformado por los objetivos que lo
inspiraron, dado que las personas como vivientes mutables no son programables;
por consiguiente, “la variabilidad humana es absolutamente preferible a la
uniformidad de la conducta individual y colectiva”.
En consecuencia, señalan los citados autores
que,
ese efecto retroactivo actúa siempre y es la
justificación de la evaluación curricular, que debe velar porque permanezcan
los valores universales inmanentes, al tiempo que cambia y modifica el
currículo para ponerlo a tono con los avances sociales, científicos y
tecnológicos. En pocas palabras, el currículo más que una prescripción es una
hipótesis flexible, susceptible de modificarse por la participación de los
docentes, estudiantes, otros agentes educacionales y la retroacción que causa
la misma acción educativa (p. 51).
En suma, tomando en cuenta las
Interpretaciones realizadas al término currículo, se evidencia que se han
considerado diferentes criterios, con base a la literatura especializada antes
mencionada, donde se concibe el currículo de diversas maneras. Así, por
ejemplo, si nos atenemos a sus momentos de concepción y aplicación el currículo
es plan, proceso y resultado. O más bien, se puede concluir que el currículo es
algo que se desenvuelve como documento (teoría, formal), como acción
educacional (proceso, praxis, práctico aplicado) y como resultado de
aprendizaje educativo (producto, encarnado en la personalidad de estudiantes y
docentes).
Evaluación en el sistema educativo
El contexto impuesto por la globalización, la
pandemia del Covid-19 y la revolución 4.0 ha generado nuevas demandas a todo el
sistema educativo y con ello, la necesidad de transformar y repensar las
prácticas pedagógicas y evaluativas aplicadas en los ambientes educativos. En
este sentido se requiere una articulación de los saberes, habilidades y
destrezas desde una óptica holística e integradora con las competencias que las
personas deben poseer para enfrentar el nuevo orden.
La evaluación educativa urge de cambios del
proceso tradicional presencial a lo virtual a distancia con modificaciones
presenciales que según, Díaz y Hernández (2010, p. 95) involucra “un conjunto
de actividades sistemáticas y necesarias dentro del proceso educativo que al
ser administradas con estrategias pedagógicas y en ambientes adecuados,
posibilitan recopilar, procesar y analizar un grupo de informaciones cumpliendo
con requisitos metódicos, técnicos y científicos”.
En correspondencia a lo expuesto la
Universidad Internacional de la Rioja (UNIR, 2020) concibe como institución de
educación superior a la evaluación como
un proceso continuo y personalizado dentro
del sistema de enseñanza-aprendizaje cuyo objetivo es conocer la evolución de
cada estudiante con el fin de adoptar medidas de refuerzo o de compensación
para garantizar que se alcanzan los objetivos educativos definidos para su
nivel. Es, por tanto, una herramienta de gran utilidad para tomar decisiones
pedagógicas para mejorar el desempeño de un estudiante (parr. 2).
Desde esa perspectiva, la evaluación no solo
es útil para los profesores, sino también para los estudiantes. A nivel profesoral
se les posibilita comunicar a los estudiantes los objetivos y expectativas de
aprendizaje; comprobando así, la eficacia de los métodos de enseñanza aplicados.
En cuanto a los estudiantes, este proceso sirve como incentivo a su esfuerzo
por medio de valoraciones, implicando la retroalimentación de los conocimientos
previos (Consolidación de saberes).
La importancia de realizar una evaluación en
educación, de acuerdo con la UNIR (2020, parr. 4) “va más allá del seguimiento
escolar de los propios estudiantes, se trata de un instrumento de seguimiento y
valoración de los resultados obtenidos por los escolares para poder determinar
si los procedimientos y metodologías educativas elegidas son los adecuados”. Es
decir, la evaluación educativa no implica solo aplicar pruebas, sino que es un
proceso integrador donde intervienen todos los agentes involucrados en el hecho
educativo (docentes, planteles, currículos, planes, programas, proyectos y la
gestión administrativa en general).
Para Stake (como se citó en Núñez 2017), “los
evaluadores conjuguen dos formas distintas de pensar y dos paradigmas de investigación
que anteriormente no era buena opción, pero hoy día, es excelente combinación”.
Se les suele denominar cualitativo (comprensivo e interpretativo) y
cuantitativo (basado en estándares o criterios).
Al respecto argumentan los investigadores,
que el rol de evaluador y facilitador de aprendizajes del docente son dos componentes
fundamentales en su praxis educativa, que le permiten llegar a conocer a
cabalidad a sus alumnos, ¿cómo es su proceso de aprendizaje? en consecuencia, tomar
decisiones acertadas para acompañarlos en el accionar de las competencias
requeridas en su transitar social. Sin embargo, el sistema habitual de
evaluación debe contemplar además del plan de estudio, los objetivos,
contenidos, estrategias didácticas y de evaluación; aunado al grado de
adquisición de las competencias exigidas para cada nivel educativo.
Evaluación por competencias a nivel básico
Acorde con las propuestas y exigencias
actuales en el contexto educativo, el proceso evaluativo en las aulas de clase
se concibe de acuerdo con Prieto y Contreras (2008, p. 246) “como un proceso
complejo orientado a recoger evidencias respecto del aprendizaje de los
estudiantes de manera sistemática, para emitir juicios en pos de un
mejoramiento tanto de la calidad del aprendizaje como de la enseñanza”.
Asimismo, al realizar la evaluación se distinguen varios sistemas o técnicas
utilizados de manera complementaria en el nivel básico para valorar las
competencias. Al respecto, UNIR (2020) y Núñez (2017) se tienen: la observación,
pruebas sumativas y formativas (escritas de respuestas estructuradas,
semiestructuradas y no estructuradas) revisión de tareas, ensayos, mapas
conceptuales, entrevistas, evaluación de actitudes y personalidad, actividades
individuales y grupales, entre otras.
Todo este proceso se encuentra enmarcado en
los cuatros pilares de la educación “aprender a conocer, aprender a hacer,
aprender a vivir juntos y a convivir con los demás y aprender a ser” propuesto
por Delors (1996) en el documento “la educación encierra un tesoro” presentado
en el informe de la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para
el siglo XXI.
Desde esa perspectiva, la relación del
binomio praxis docente−práctica evaluativa, busca precisar nuevas demandas en
la formación de competencias con el fin de “superar patrones limitantes,
legitimar el logro del aprendizaje complejo e involucrar diversidad de saberes”,
a criterios del autor antes citado:
1. Aprender a saber: se refiere a la
adquisición de capacidades para conocer y comprender el mundo; se relaciona con
la competencia de “aprender a aprender”.
2. Aprender a hacer: se centra en ejercer influencia
en el entorno inmediato, hacer enfrentando las vicisitudes y problemas, aplicando
la teoría aprendida.
3. Aprender a convivir: implica poseer las
habilidades sociales para vivir con los demás en un ambiente de sana
convivencia. Esto exige entender y respetar al prójimo, manifestando los
valores sociales.
4. Aprender a ser: consiste en desarrollar
potencialidades individuales, desarrollando la autonomía y en efecto, su
capacidad de juicio y responsabilidad. Este pilar de la educación, cumple con
la función de integrar todos los saberes antes mencionados.
Visto así, se requiere saber de acuerdo con
el informe emanado de la Comisión Internacional sobre la Educación para el
siglo XXI,
cómo evaluar los conocimientos asociados al
aprendizaje complejo; intervenir con procedimientos claros (saber hacer)
realizar un recorrido metodológico; poseer el conocimiento condicional, con una
actitud asociada al entorno humanista y ético de la evaluación situada en la
interacción con otros (saber ser) y una actitud sostenida de la evaluación para
el aprendizaje (saber estar) de manera trascendente y eficaz, como profesor,
profesional competente y comprometido (parr. 11).
Evaluación por competencias a nivel
universitario
El contexto universitario, ha pasado por
diferentes enfoques evaluativos en la praxis educativa, donde la globalización,
la revolución 4.0 y más reciente la pandemia han generado nuevas demandas a
todo el sistema educativo y con ello, la necesidad de innovar y reformular las
prácticas pedagógicas y evaluativas. Desde esa óptica, los investigadores y
teóricos expresan que las competencias surgen como una respuesta a la necesidad
de articular los saberes desde su carácter holístico e integrado con las
capacidades que los sujetos deben poseer para enfrentar el mundo laboral.
Al respecto, Ríos y Herrera (2017, p. 1076)
plantean que
las competencias emergieron como una
respuesta capaz de enfrentar las relaciones entre lo académico, los
aprendizajes y los desafíos laborales de los sujetos. Sin embargo, la duda es
cómo transformar estos nuevos contextos en rediseños o formulaciones
innovadoras en las prácticas evaluativas que trabajen con las competencias como
un objeto evaluativo.
Para Jaimes y Callejas (Como se citó en Ríos
y Herrera 2017, p. 1078), la evaluación debe contemplar los pilares del saber (el
saber, el saber hacer y el saber ser), punto en el que se interceptan
especialmente los diferentes aprendizajes desde una mirada transversal, ya que
estos se posicionan y construyen desde la cotidianeidad educativa.
En la misma línea del pensamiento, Tobón
(2006, p. 78) plantea que “la evaluación de las competencias debe integrar lo
cualitativo con lo cuantitativo, pues con palabras no se puede medir, y con
números no se puede comprender ni explicar”, en ese sentido ambos aspectos
contribuyen a mejorar la praxis educativa. Desde esta perspectiva a nivel
universitario, la evaluación por competencias posee un valor multidimensional,
ya que, la evaluación por competencias se centra en la efectividad de los
planes de estudios, el desarrollo de los objetivos institucionales de la praxis
y el logro de los mismos vinculado al perfil de egreso.
Asimismo, García et al. (como se citó en Ríos
y Herrera, 2017, p.1079) establecen los mismos principios que
la evaluación por competencias requiere un
modelo de evaluación propio, en el sentido que se preocupe por esquematizar en
forma clara y sintética, patrones y componentes evaluativos, considerando su
representación arquetípica, procesos de retroalimentación, funciones de los
agentes involucrados y secuencias concretas que evidencien los desarrollos de
los aprendizajes logrados.
En atención a esta postura epistémica, la
evaluación por competencias para los investigadores resume un proceso de aprendizaje
integral con énfasis en el alcance holístico de los estudiantes y no en el
resultado. Es decir, entre los aspectos más significativo del medio educativo
se destaca la evaluación en la educación universitaria, debido a su relación e
inmersión en la construcción de los agentes que liderarán y transformarán las
sociedades.
Asevera Terán (2019) que la evaluación se
elabora y se pone en práctica de acuerdo con la intención del sujeto que se
busque formar, tomando como base los diversos criterios que se establecen como
puntos de referencia, para apoyar y facilitar la toma de decisiones al final de
proceso; además, durante la formación el docente debe apropiarse de
procedimientos e instrumentos que soporten el seguimiento de la enseñanza y
aprendizaje.
Al respecto, el autor referido, establece la
importancia de los aspectos formativos del proceso evaluativo, enfocado más en
la comprensión que la reproducción, además posibilita la forma de construir y
reconstruir el conocimiento con los estudiantes, es decir, generando espacios
de participación y discusión.
En relación con lo mencionado, el proceso de
evaluación en síntesis abarca dos elementos fundamentales como lo son; los
criterios de evaluación y la recolección de información, evidenciándose en las pruebas
escritas, trabajos, disertaciones, entre otros instrumentos aplicado por el
docente con la finalidad de obtener evidencias a través de la observación de
las interacciones dadas en las aulas.
En suma. para los investigadores, las
competencias a nivel universitario son saberes combinados entre los pilares del
saber de la educación donde se vincula el ser, el saber hacer y el saber estar,
para obtener competencias conceptuales, procedimentales y actitudinales para interactuar
en los contextos educativos y laborales, controlando las acciones y efectos
sobre la praxis educativa y la evaluación del mismo con el fin de garantizar el
éxito académico e institucional. (competencias conceptuales, psicopedagógicas, metodológicas
y sociales).
Retos y perspectivas en evaluación por
competencias a nivel básico y universitario.
Con base en las reflexiones críticas sobre el
análisis documental de la evaluación por competencias en los niveles básico al
universitario como variable clave en la educación, se evidenció información
valiosa para optimizar la situación problemática y posibles lineamientos,
asumiendo los referentes teóricos para la acción transformadora y las
categorías emergentes construidas por los investigadores en el proceso de
triangulación, con la finalidad de interpretar la realidad develada para su
transformación y generar acciones ante el nuevo orden social.
Estos lineamientos se proponen basándose en
los postulados teóricos de los autores que han sido analizados, apoyándose
además en las líneas estratégicas propuesta por organismos internacionales
vinculado a la praxis educativa entre los retos y perspectivas más importantes
se tienen:
1. La praxis educativa del nuevo orden social
debe estar planificada bajo los estándares de la ONU, UNESCO, CEPAL, UNICEF,
OMS entre otras organizaciones internacionales con principios y lineamientos
éticos, inclusivos, de calidad, de bioseguridad, nuevas tecnologías de
información y comunicación respetando los objetivos del desarrollo sostenible
para 2030 articulando ciencia, tecnología, innovación e investigación basado en
competencias contemplando los pilares del saber.
2. Solicitar a los gobiernos prioridad al
ámbito de la educación en el diseño de las políticas y las prácticas
educativas, investigativas e innovación articulando el currículo por
competencias y su proceso de evaluación en los diferentes niveles educativo.
3. Alfabetización digital y curricular por
competencias al personal docente como estrategia fundamental en los escenarios
educativos mundiales.
4. Articulación curricular por competencias
de los diferentes niveles del sistema educativo cónsona con los requerimientos
y necesidades del país haciendo énfasis en la población más vulnerable y
proporcionando una educación gratuita e inclusiva.
5. Conformar equipos multidisciplinarios con
entes del gobierno, universidades, sector privado y sociedad en busca de
alternativas financieras y de redimensión curricular por competencias que
garanticen una educación de calidad e inclusiva.
6. Generar alianzas estratégicas con las
empresas privadas creando convenios de inversión, dotación y atención a las
instituciones educativas fomentando nuevas e innovadoras herramientas pedagógicas
basadas en competencias tecnológicas.
7. Adecuar los perfiles de egreso a las
necesidades y lineamientos curriculares por competencias cónsono con el nuevo
orden social.
8. Centrar la praxis educativa en la evaluación
por competencias como un modelo que abarque procesos y procedimientos,
vinculados a los pilares del saber, cuyo norte sea alcanzar resultados de
aprendizajes.
9. Articular lo académico y laboral como una
arista más para el desarrollo de las competencias de manera integral, acorde a
las necesidades y demandas del país.
10. Propiciar la innovación tecnológica como
una visión integradora que busque la formación holística de ciudadanos críticos
y preparados ante el nuevo orden social. En síntesis, el enfoque curricular
basado en competencias permite buscar nuevas respuestas y horizontes al desafío
profesional en un mundo signado por la tecnología de la información y
comunicación [TIC], en un contexto educativo que requiere la vinculación del
binomio ciencia y tecnología con la finalidad de producir cambios sociales y la
formación holística de las personas.
La Investigación desarrollada se fundamentó
en un paradigma cualitativo que según Hernández y Mendoza (2018, p. 9) plantea
que “trata de identificar, básicamente, la naturaleza profunda de realidades,
su estructura dinámica, aquella que da razón plena de su comportamiento y
manifestaciones, producto de técnicas para recabar información, como la
revisión de documentos y su interpretación”. La misma, se apoyó en un nivel
exploratorio que de acuerdo con Muñoz (2018) identifica conceptos promisorios
para indagar, preparando el terreno para estudios más amplios, elaborados y
profundos.
En la misma dirección metodológica, se asumió
la modalidad de revisión documental que según criterios de Ortiz (2015, p. 30) “se
centra en el estudio de problemas con el propósito de ampliar y profundizar el
conocimiento de su naturaleza, con apoyo, principalmente, en trabajos previos,
información y datos divulgados por medios impresos o electrónicos”. Además, se
empleó la técnica análisis de contenido con base en la estructura semántica, que
a juicio de Álvarez (2016, p.163) es “uno de los procedimientos que más se
acerca a los postulados cualitativos desde sus propósitos; busca analizar
mensajes, rasgos de personalidad, preocupaciones y otros aspectos subjetivos.”
Siguiendo con esa secuencia operativa, se
utilizó un diseño bibliográfico que para Palella y Martins (2017, p.87), se
fundamenta “en la revisión sistemática, rigurosa y profunda del material documental
de cualquier clase. Se procura el análisis de los fenómenos o el
establecimiento de la relación entre dos o más categoría”. Cuando los
investigadores, optan por este tipo de estudio, el utilizan documentos, los
recolectan, seleccionan, analizan y presentan resultados coherentes”, a fin de
develar las discusiones generadas en el escenario sobre la evaluación de
competencias. Retos y perspectivas desde el nivel básico al universitario. A
partir de allí, se cristalizó la reflexión teórica objeto de estudio con el fin
de recopilar y actualizar información sobre la temática generando discusión y
los alcances en acciones emergentes en la nueva realidad social.
Conclusiones
Al analizar la evaluación de competencias, retos
y perspectivas desde el nivel básico al universitario se develó:
El modelo basado en competencias facilita la
formación profesional de los estudiantes, debiendo estar centrado en aspectos
paradigmáticos de la política y el diseño curricular educativo.
El enfoque curricular basado en competencias se
centra en el perfil de egreso de los estudiantes, lo que permite vincularlos
con las necesidades de la región, del país y de la institución formadora.
Las instituciones educativas, asumen un
enfoque de evaluación constructivista contextual basado en competencias, lo
cual implica centrar la praxis educativa en un modelo orientado en la
evaluación de los procesos y procedimientos.
Existen docentes que mantienen el uso de prácticas
evaluativas tradicionales centradas en medir solo la dimensión cognitiva, obviando
la concepción integradora propuesta por organismos internacionales y asumida
por el Ministerio de Educación Nacional.
Desde la perspectiva de los investigadores,
se requiere reformular y reforzar los procesos educativos vinculados al desarrollo
de habilidades y competencias de los estudiantes, con la finalidad de
prepararse para el cambio con la utilización de recursos enfocados en la toma
de decisión.
En estos tiempos de cambios, es fundamental enfrentar
los avatares de la globalización, pandemia, revolución industrial 4.0 y la gran
brecha económica, promoviendo la construcción del conocimiento, basado en una
educación holística por competencias.
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