Hábitos nutricionales y
estados emocionales en tiempos de COVID-19
Nutritional habits and
emotional states in COVID-19 time
Yanina Milagros Torres
Huamani
Universidad Le Cordon Bleu
https://orcid.org/0000-0001-6758-028X
DOI: https://doi.org/10.36955/RIULCB.2021v8n2.005
Esta obra está bajo licencia
internacional Creative Commons Reconocimiento 4.0
Recibido: 09/04/2021
Revisado: 21/05/2021 Aceptado: 07/07/2021 Publicado: 31/10/2021
RESUMEN
El estilo de vida saludable
reduce las posibilidades de contraer enfermedades degenerativas, sin embargo;
durante la pandemia COVID-19 se presentaron dificultades para su constancia. El
sobrepeso y la obesidad se asocian a conductas de alimentación que afectan la
salud, y en consecuencia alteran las respuestas inmunitarias que debilitan las
defensas, aumentando la probabilidad a contraer esta enfermedad. El objetivo
del presente artículo fue determinar las consecuencias nutricionales y
alteraciones emocionales ocasionadas por el sedentarismo provocado por el
SARS-CoV-2. Se realizó una búsqueda sistemática de publicaciones en las bases
de datos de SciELO, Dialnet, Science Direct, Pub Med, la Organización Mundial
de la Salud (OMS), Association of Obesity, British Medical Journal, American
Society for Microbiology y Infectious Diseases Society of America, sobre
consecuencias y causas de la obesidad y sus agravantes. Paralelamente, se
realizó una encuesta a 51 personas para identificar las condiciones a las que
se enfrentaron durante el confinamiento. Los encuestados declaran haber
experimentado cambios significativos en su día a día, principalmente al momento
de adquirir alimentos, es decir, por la disposición de alimentos saludables,
asimismo, la inactividad física debido al aislamiento y un deterioro en su
estado físico. El tener un estilo de vida saludable es una prioridad, para
prevenir enfermedades futuras. Este trabajo puede servir como un referente para
futuras investigaciones que intenten identificar aquellos factores que
repercuten los estilos de vida a causa del confinamiento provocado por la
COVID-19.
Palabras
clave: COVID-19 estados emocionales, hábitos alimentarios, obesidad,
sobrepeso, microbiota intestinal.
ABSTRACT
Healthy lifestyles reduce
the likelihood of contracting degenerative diseases, however; during the
COVID-19 pandemic, there were difficulties in sustaining them. Overweight and
obesity are associated with eating behaviors that affect health and
consequently alter immune responses that weaken defenses, increasing the
likelihood of contracting this disease. This article aimed to determine the
nutritional and emotional consequences of sedentary lifestyles caused by
SARS-CoV-2. A systematic search was conducted of publications in the databases
of SciELO, Dialnet, Science Direct, Pub Med, the World Health Organization
(WHO), Association of Obesity, British Medical Journal, American Society for
Microbiology and Infectious Diseases Society of America, on the consequences
and causes of obesity and its aggravating factors. In parallel, 51 people were
surveyed to identify the conditions they faced during confinement. Respondents
reported significant changes in their daily lives, mainly in terms of food
shopping, i.e. the availability of healthy food, physical inactivity due to
isolation, and a deterioration in their physical condition. A healthy lifestyle
is a priority to prevent future illnesses. This work can serve as a reference
for future research to try to identify those factors that impact lifestyles due
to COVID-19 confinement.
Keywords:
Covid-19, emotional states, eating habits, obesity, overweight, gut microbiota.
INTRODUCCIÓN
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) declaró la obesidad como una enfermedad presente en todo el mundo,
considerada la pandemia del siglo XXI. Las mayores prevalencias ocurren en la
población adulta y seguida por el grupo de juvenil (Gutiérrez-Fisac et al.,
2003). Su presencia se relaciona a enfermedades como la diabetes mellitus 2, la
hipertensión arterial, las dislipidemias y algunos tipos de cánceres, siendo un
factor de riesgo importante (Pajuelo-Ramírez, 2017).
El estilo de vida no
saludable, como el sedentarismo y los malos hábitos nutricionales son cada vez
más habituales y con una tendencia a diseminarse en el futuro, lo cual hace que
el panorama de la obesidad constituya un reto para la salud pública, principalmente
en países desarrollados. Asimismo, tiene su origen en una interacción genética,
ambiental y conductual, siendo más importante la parte ambiental y conductual,
que se establece por un desequilibrio entre la ingesta, los malos hábitos
nutricionales y el gasto energético (Quirantes, et al., 2009).
Tras el confinamiento debido
a la llegada de la COVID-19, se hizo visible la importancia de contar con un
buen estado nutricional, dado que entre los grupos vulnerables se encuentran
las personas con sobrepeso, obesidad, hipertensión, entre otros padecimientos.
Se sabe que el contar con una buena actividad física, una dieta correcta,
considerando la selección y preparación de los alimentos, la frecuencia y
cantidades de consumo, son acciones fundamentales para paliar las consecuencias
de los cambios del estilo de vida que implica el periodo de aislamiento o
cuarentena y la incertidumbre que genera (Salle & Ayala-moreno, 2020).
La federación mundial de la
obesidad señaló que las afecciones relacionadas con la obesidad parecen
empeorar el efecto de la COVID-19, de igual manera profesionales de la salud
enfatizan tener especial cuidado en personas con un IMC de 40 o más, para
evitar infecciones primordialmente para personas con obesidad. El
distanciamiento físico necesario para poder controlar la diseminación del
coronavirus, para muchas personas ha sido un generador de estrés, ansiedad y
agresividad, mientras que para otras ha sido un espacio de análisis sobre su
estilo y forma de vida (Rodríguez, 2020)
Esta propagación ha
significado un cambio en las tendencias y los hábitos alimentarios que
probablemente continúen después de las medidas que se han tomado, dentro de los
cuales destaca la obesidad, la seguridad alimentaria, disponibilidad, acceso,
así como las implicaciones de la ansiedad, estrés emocional sobre el consumo de
alimentos (Salle & Ayala, 2020). El objetivo del presente artículo fue
determinar las consecuencias nutricionales y alteraciones emocionales
ocasionadas por el sedentarismo provocado por el SARS-CoV-2.
MATERIALES Y MÉTODOS
Investigación bibliográfica
Se realizó una búsqueda
sistemática de información publicada en los últimos 17 años en las bases de
datos SciELO, Dialnet, Science Direct, Pub Med, la Organización Mundial de la
Salud (OMS) Association of Obesity, British Medical Journal, American Society
for Microbiology y Infectious Diseases Society of America, para lo cual se
empleó los siguientes términos de búsqueda: Obesidad, COVID-19, hábitos
nutricionales, sedentarismo, sobrepeso, estados emocionales, horas de sueño y
microbiota intestinal.
Encuestas de opinión
Se aplicó una encuesta
compuesta por 8 preguntas, a 51 personas (26 varones y 25 mujeres), de 18 a 46
años. Esta fue realizada con la finalidad de identificar las condiciones en las
que se encuentran durante la coyuntura del COVID-19 y recaudar información
acerca la incidencia actual vinculadas al sobrepeso y obesidad (Figura 1). La
encuesta fue diseñada en Google forms y compartida a través de redes sociales.
Sobrepeso y obesidad
El sobrepeso y obesidad
presenta una tendencia hacia el incremento que afecta la calidad de vida de la
población en general. La presencia de ambas afecciones no solo tiene impacto en
la mortalidad, sino que también es un factor predisponente a la infección del
SARS-CoV-2. La clasificación del sobrepeso y obesidad propuesta por la OMS está
basada en el Índice de Masa Corporal (IMC), el cual corresponde a la relación
entre el peso expresado en kilos y el cuadrado de la estatura, expresada en
metros. De tal manera, las personas cuyo cálculo de IMC sea igual o superior a
30 kg/m2 se consideran obesas (Tabla 2).
Sobrepeso y obesidad como
factor de riesgo
La prevalencia del sobrepeso
y la obesidad ha aumentado dramáticamente, hasta hace pocos años no se
consideraba una enfermedad más bien una condición predisponente para el
desarrollo de otros padecimientos. Sin embargo, la tendencia actual la reconoce
como una enfermedad crónica (Julia et al., 2016). La cual es inducida por
factores genéticos, hormonales, ambientales, emocionales y culturales, teniendo
mayor riesgo de desarrollar muchas afecciones médicas graves, incluida la
diabetes tipo 2, presión arterial alta, cardiopatía y dislipidemia, también
está asociado a un mayor riesgo de diversos tipos de cánceres (Figura 2). La
evidencia de que la obesidad es un factor de riesgo para severidad por
SARS-CoV-2 que está aún en aumento (Tenorio & Hurtado, 2020), teniendo un
papel importante en la patogénesis de la infección de la misma. De hecho las
personas con obesidad en todo el mundo ya tienen un alto riesgo de sufrir
complicaciones graves de COVID-19 (Ryan et al., 2020).
Estilo de vida asociado al
sobrepeso y obesidad
Es evidente que el llamado a
realizar cambios en el estilo de vida es una prioridad en el tema de salud
mundial, lamentablemente el interés actual por la alimentación cada día ha
generado un entorno de errores o engaños, con el fin de desestimar la
importancia de alimentos en nuestra dieta (Erem, 2014). Existen diversos
factores que inducen al sobrepeso y obesidad, entre los que destacan, la mala
alimentación, seguida por el sedentarismo y la falta de acceso a alimentos
nutritivos. Durante la coyuntura actual se manifestó un incremento en el
consumo de alimentos y bebidas procesadas y ultra procesadas, caracterizadas
por una calidad nutricional deficiente; que fueron empleadas como reemplazo a
las comidas caseras, aumentando el riesgo de estos estados degenerativos. Por
otro lado, la actividad física se vincula de manera reiterativa a los hábitos
de vida saludable para mejorar la salud física y mental de las personas (Pérez,
2014) siendo una importante iniciativa, ya que numerosos estudios han
demostrado los efectos beneficiosos en la disminución del peso y la masa grasa
en los individuos, por consiguiente la inactividad en este contexto se ha
convertido en un factor de riesgo para la salud pública. El sedentarismo en
consecuencia, multiplica la morbimortalidad.
Uno de los cambios
comportamentales en la sociedad ha sido la disminución de las horas destinadas
al sueño nocturno, por ello es importante resaltar que, la cantidad, calidad y
horario de sueño, siendo un factor relacionado a la obesidad (Chamorro et al.,
2011). Durante el sueño se ahorra y se almacena energía, se reducen los
procesos digestivos y se llevan a cabo procesos de reparación celular, estos
estados que se alternan diariamente, tan distintos en requerimientos
energéticos que afectan a todos los tejidos y órganos del cuerpo y son
coordinados por el reloj biológico, que transmite señales temporales a todo el
cuerpo. La utilización diaria de aparatos electrónicos como celulares, tablet,
laptop, televisor, entre otros, en periodos prolongados ocasiona un retraso en
el inicio del sueño y reducción del mismo; el inadecuado patrón de sueño podría
contribuir a alteraciones metabólicas tempranas, conducentes a mayor ganancia
de peso y riesgo de obesidad por parte de todos los grupos etarios y segmentos
de la sociedad, que podría constituir un factor con impacto potencial a nivel
de salud pública en la prevención de la obesidad (Chamorro et al., 2011).
Durante la pandemia las personas compensaban las actividades sociales a través
de interacción en redes sociales, reuniones en línea, videojuegos, entre otros,
propiciando a un desorden del sueño, cansancio visual y sedentarismo.
El papel de la obesidad en
la COVID-19
La OMS y la federación
mundial de la obesidad declaran la obesidad como una enfermedad presente en
todo el mundo, que caracteriza a individuos con un IMC > 40 y 42 para
hombres y mujeres, respectivamente. Esta enfermedad origina alteraciones en la
respuesta inmunitaria generando un proceso inflamatorio que suele ser crónico
(Blancas et al., 2010), esta respuesta hiperactiva del sistema inmunológico
ante la COVID-19 hace que sea difícil combatir el virus (Figura 3).
Al inicio de la pandemia fue
una variable omitida, en la mayoría de los casos por las mismas personas que
padecen de obesidad. Al respecto, se han publicado estudios que refieren que
los sujetos con obesidad tienen mayor riesgo de desarrollar una enfermedad más
grave por este virus. Klang et al. (2020) analizaron retrospectivamente los
datos obtenidos de pacientes con COVID–19, que fueron hospitalizados en un
sistema hospitalario académico en la ciudad de Nueva York. Los datos incluyeron
datos demográficos, comorbilidades, IMC y tabaquismo. Los grupos de obesidad
incluyeron los siguientes: IMC de 30 a <40 kg / m 2 e IMC ≥ 40 kg / m 2,
siendo predisponentes a fallecer.
Kalligeros et al. (2020)
también realizaron otro estudio retrospectivo con 103 pacientes para relacionar
el impacto del IMC y la gravedad frente a la COVID-19. Este estudio concluye
que la obesidad grave IMC ≥ 35 kg.m-2 está asociado con el ingreso en la unidad
de cuidados críticos (UCI). Asimismo, un IMC ≥ 30kg.m-2 con antecedentes de
daño cardiaco está asociado a riegos del uso de ventilación mecánica intensiva (VMI).
Microbiota intestinal y su influencia en la
COVID-19
La COVID-19 es
principalmente una enfermedad respiratoria, sin embargo; existe una creciente
evidencia que sugiere que el tracto gastrointestinal está involucrado en esta
enfermedad. Por lo tanto, las afecciones crónicas como la obesidad se asocian
con un microbiota intestinal alterada (disbiosis) (Kim, 2021). Las bacterias
que conforman la microbiota son capaces de modular la respuesta inflamatoria,
por lo que su alteración afectaría de forma negativa y podría provocar una
respuesta inmune agresiva que agravaría las consecuencias de este virus (Yeoh
et al., 2021). Un estudio reciente (Gu
et al., 2020), mostraron una reducción significativa en la diversidad
bacteriana de la microbiota intestinal recolectada en pacientes con COVID-19 a
comparación de las obtenidas de controles sanos. Estos cambios en la microbiota
intestinal generalmente se consideran signos de disbiosis y un intestino no
saludable (Kim, 2021).
Es fundamental tener una
microbiota balanceada para evitar la disbiosis, donde se contemple una buena
cantidad de Bifidobacterium, Faecalibacterium prausnitzii y Eubacterium
rectale, quienes podrían protegernos frente a una infección severa por la
COVID-19 (Yeoh et al., 2021).
Estados emocionales
asociados al sobrepeso y obesidad
Las emociones afectan la
respuesta alimentaria a lo largo de todo el proceso de ingestión, la motivación
del comer, las respuestas afectivas a los alimentos, la elección, la
masticación y velocidad con que se ingieren (Palomino-Pérez, 2020). Asimismo,
las emociones poseen características placenteras como también las que presentan
displacer, es decir las negativas, las que hacen que aumenten la ingesta de
alimentos, por ejemplo: Estrés, la frustración, ira, ansiedad, el miedo, entre
otros. Cabe señalar que la ira es una emoción que influye de manera importante
en el comer por atracones (Palomino-Pérez, 2020), por otro lado, la ansiedad
más relacionada con la obesidad es la ansiedad generalizada, aquella que está
presente a niveles no muy elevados y se reduce con el acto de comer, con lo que
provoca un aumento de peso (Guzmán, 2010), véase (Figura 4). Por ello, el
aumento en la ingesta de alimentos frente a emociones positivas no está
relacionado con exceso de peso, por tal razón, influye mucho el tipo de emoción
que posee cada individuo a la hora de ingerir sus alimentos. Durante el
confinamiento los estados emocionales fueron complicando la alimentación,
propiciando un cambio en la alimentación de la población, y por ende,
incrementando el pensamiento obsesivo en relación a la comida especialmente de
comidas rápidas, así como alimentos procesados y ultra procesados.
Resultados y Discusión
De
acuerdo a los resultados de la encuesta aplicada, 19 de los encuestados
refieren no tener familiares con presencia de sobrepeso y obesidad, 11
poseen antecedentes por parte de los padres de familia, 8 por parte de
abuelos y abuelas, 5 por primos y tíos y 8 por parte de
hermanos. Asimismo, el 70 % manifiesta realizar actividad física
al menos 15 minutos y un 30% no lo hace; por otro lado, el 52 % refiere
tener haber presentado un deterioro en su estado físico, el 30 %
expresan que no observaron ningún cambio, 9 % por tema de la
fatiga y un 9% por falta de aire. El 61 % experimentó un aumento
de peso a raíz de basar su alimentación en alimentos
procesados y comidas rápidas como: Hamburguesa, pizza, papas
fritas, entre otros, y el 39 % no manifiesta ningún cambio. El
37% tuvo una ingesta excesiva de alimentos de baja calidad nutricional
cada fin de semana, 32 % expresa no tener ningún cambio al
respecto, el 31 % casi siempre, y el 10 % refiere estar siendo afectado
todos los días (Tabla 2).
Los participantes declaran
haber experimentado cambios significativos en su día a día, principalmente al
momento de adquirir alimentos, especialmente alimentos como comidas rápidas
siendo de poco valor nutritivo. Actualmente la mayoría de la población lo hace
a través de aplicaciones de delivery, lo que conlleva a una inactividad física
aspecto que se debe que tomar en cuenta.
Las medidas de confinamiento
decretadas a causa de la COVID-19, así como los temores individuales asociados
a esta enfermedad, han agravado condiciones preexistentes de sobrepeso y
obesidad, y en otros casos se ha propiciado su aparición dada la disminución de
actividad física, hábitos alimenticios, cambios emocionales y las horas de
sueño, es decir, son afectados por repercusiones de su estilo de vida
deficiente.
CONCLUSIONES
Antes
de que llegase el SARS-CoV-2, el sobrepeso y obesidad era una pandemia
que cada vez afecta a los diferentes grupos etarios y esto se fue
agravando con la pandemia, siendo uno de los factores que dificultaba
el pronóstico durante la infección por la COVID-19.
Actualmente las conductas nutricionales, los estados emocionales y el
sedentarismo influyen significativamente en la salud de la
población, asimismo; se enfatiza factores importantes como,
ansiedad, la cantidad y calidad de sueño especialmente en la
incertidumbre del confinamiento a causa de la llegada de la COVID-19,
propiciando un riesgo de padecer sobrepeso y obesidad, además
estos estados negativos también es un factor predisponente de
infección por este virus. Dentro del análisis expuesto.
Los participantes de la
encuesta expresan haber tenido cambios significativos durante el confinamiento,
por el consumo excesivo de alimentos poco nutritivos, deterioro en su estado físico
y por ende un aumento en peso. Así mismo, fueron afectados emocionalmente
debido a un deterioro de su estado físico, como la fatiga o falta de aire que
induce a una disminución de la actividad física.
AGRACEDIMIENTOS
La autora reconoce y
agradece la generosidad de las personas que participaron en la encuesta, al Dr.
Oscar Benjamín Jordán Suárez por su colaboración y asesoramiento y finalmente a
los artículos de revisión que ayudaron en la investigación.
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