Resumen
Es común no
considerar que gobiernos militares también adoptaron medidas importantes para
la conservación del patrimonio natural. Sin embargo, la realidad en el Perú y
en el Brasil indica que parte significativa de las áreas naturales protegidas,
así como leyes y otras medidas para proteger la biodiversidad, fueron
realizadas durante esas interrupciones de la democracia. En esta nota se
destaca la actuación del general Enrique Gallegos Venero en el Perú.
Palabras clave: Gobiernos militares, historia, conservación de la naturaleza, áreas
protegidas.
Abstract
It is common not to consider that military
governments also adopted important measures for the conservation of natural
heritage. However, the reality in Peru and Brazil indicates that a significant
part of the protected natural areas, as well as laws and other measures to
protect biodiversity, were carried out during these democracy interruptions.
This note highlights the performance of General Enrique Gallegos in Peru.
Key words: Military governments, history, nature conservancy, protected areas.
Introducción
Gobernar no
es función de los militares. Cuando ellos asumen el gobierno es porque han usurpado
el poder. Y, por eso, se asume que sus acciones como gobernantes son
dictatoriales o tiránicas y por ende inválidas o despreciables. Por eso, muchas
veces los que escriben la historia no llevan en cuenta o, más bien, prefieren
olvidar hechos importantes para el futuro de la nación que se producen en esos
lapsos. Por ejemplo, no suele recordarse que militares peruanos, en diversos gobiernos
tomaron medidas de gran importancia para la conservación del patrimonio natural
del Perú. En esta nota el autor va a destacar la actuación del general Enrique
Gallegos Venero, a quien se debe en última instancia el establecimiento de
parques, reservas y santuarios nacionales como Huascarán, Cerros de Amotape, Huayllay,
Paracas y Junín, entre otras así como el auge de los programas de conservación
de la vicuña y de primates, la inauguración de un curso de “ecología y defesa
nacional” y, entre otras obras, la promulgación de la Ley Forestal y de Fauna 21147,
que fue la primera que trató extensa y detalladamente de las áreas naturales
protegidas.
Es evidente
que las grandes decisiones nacionales sobre conservación de la naturaleza, como
otras de interés público, son finalmente adoptadas por los gobiernos de turno
y, por ende, atribuidas a las autoridades que, mediante sus firmas en leyes,
ordenan sean cumplidas. Pero, como bien se sabe, la génesis de esas decisiones
frecuentemente no guarda relación con el gobierno que finalmente las transforma
en dispositivos legales. Puede corresponder a la gestión anterior o, también,
es frecuente que los gobiernos y autoridades o sectores que las aprueban sean
los mismos que hicieron todo lo posible para evitarlas o limitarlas y que,
terminen adoptándolas apenas respondiendo a las presiones o, simplemente,
porque en verdad, no les importa el tema. Esta es la realidad que precede gran
parte de las más importantes decisiones nacionales sobre el ambiente, como en
el caso del establecimiento de áreas naturales protegidas. Sin embargo, existen
casos en que esas iniciativas son del propio gobierno, como ocurrió con más
frecuencia a partir de la creación del Ministerio del Ambiente o en los que las
iniciativas son realmente adoptadas oficialmente. Por eso, antes de atribuir
las realizaciones ambientales como mérito de los gobiernos que a lo largo de la
historia las materializaron, es preciso analizar cada caso.
Ese
proceso, en el caso de las áreas naturales protegidas, es comúnmente muy largo
y requiere de muchos actores, entre ellos algunos indispensables. Estos son de
tres categorías: ideadores, proponentes y promotores. Es obvio que si no existe
una idea nada comienza. Esa idea puede ser de uno o de pocos, muchas veces
científicos soñadores o aficionados defensores de la naturaleza. Para que la
idea comienza a andar debe ser procesada en forma de propuesta que después da
lugar a un proyecto concreto. Sin ese instrumento, aunque sea embrionario, la
idea no entra al proceso burocrático que permitirá materializarla. Los
ideadores suelen no ser los que hacen la propuesta inicial ni, tampoco, se
convierten en promotores, aunque hay casos raros en que tales roles se junten
en uno o muy pocos personajes. Los promotores son los que tienen la tarea más
dura, larga y compleja. En general ellos son miembros de nivel medio de las
burocracias que deben desarrollar y empujar la propuesta. A ellos corresponde
enfrentar las oposiciones, refutar las críticas, explicar los beneficios,
convencer a los incrédulos, buscar apoyo, mantener el interés latente, ajustar una
y otra vez la propuesta, negociar cada elemento de la misma y a veces ceder,
aprovechar las oportunidades. Y, por
encima de todo, deben tener fe en lo que desean hacer y mucha perseverancia.
Hay otros
actores involucrados, unos a favor como puede serlo la prensa y otros en
contra. En periodos democráticos los actores que están contra la propuesta, en
el propio gobierno, donde aparecen muy fuertes los intereses sectoriales, o en
la sociedad, pueden llevar el debate hasta el Congreso y en las denominadas
consultas públicas. En esas circunstancias cualquier proyecto es tironeado por
todos los lados a causa de la ignorancia y, en especial, para satisfacer los intereses
de grupo o personas. En periodos militares eso también ocurre, debiendo la
iniciativa pasar por múltiples consejos, comités y comisiones que filtran el
proyecto antes de llegar a la firma. Pero en esos casos la discusión es más
comedida. Hay cierto respeto por la autoridad y, a falta de argumentos serios,
es mejor quedarse callado.
Sin
embargo, todo el esfuerzo realizado por ideadores, proponentes y promotores,
por heroico y constante que sea, puede fracasar si no encuentra un cuarto tipo
de actor, también indispensable. Se hace referencia al padrino que adopta el
proyecto. Este es necesariamente una personalidad situada en un lugar muy alto
de la jerarquía gubernamental o política y con influencia. Esa personalidad es
la que brinda el empujón final al proyecto. Ese fue el papel del general
Enrique Gallegos Venero, cuándo fue ministro de agricultura durante el gobierno
militar de Juan Velasco Alvarado, entre el seis de noviembre de 1974 y el 15 de
julio de 1976, que permitió que tantas acciones de gran importancia ambiental
se realizaran.
Enrique Gallegos Venero: El general civilizado
Hasta hoy no sé gran cosa de Enrique Gallegos Venero (figura1). Era cusqueño, pero desde muy joven había residido en Lima donde en 1946 se formó como oficial de infantería del ejército. Asimismo, por haberlo relatado él mismo, sé que había recibido entrenamiento militar en Francia y, por eso, también practicó en Argelia. Me consta que hablaba muy bien el francés además del inglés.
Figur01: El general Enrique Gallegos Venero, ministro de agricultura en 1974.
Hasta
hoy no sé gran cosa de Enrique Gallegos Venero. Era
cusqueño, pero desde muy joven había residido en Lima
donde en 1946 se formó como oficial de infantería del
ejército. Asimismo, por haberlo relatado él mismo,
sé que había recibido entrenamiento militar en Francia y,
por eso, también practicó en Argelia. Me consta que
hablaba muy bien el francés además del inglés. Se
sabe que en 1963 se encargó a Gallegos, siendo teniente coronel,
la gerencia del nuevo Instituto de Reforma Agraria y
Colonización (Irac) en La Convención, donde
también debió asumir el control de la revuelta campesina
en la que actuaba Hugo Blanco, en los valles de La Convención y
Lares en la época del primer gobierno de Fernando
Belaúnde Terry (Toche, 2008). Esa experiencia, según sus
propias declaraciones, lo había impresionado y sensibilizado
mucho en relación con la realidad campesina. Gustaba de la
historia militar y, cuándo podía, describía
maravillosamente las grandes hazañas militares. Además,
escribiendo esta nota descubri que es autor de algunos libros sobre
esos temas1 . Y, también, parece haber sido un ideólogo
dentro de las fuerzas armadas con varios artículos sobre lucha
contra la subversión. Además, era un buen pintor, creo
que especialmente de paisajes con acuarelas. Como todos, sé que
él llegó a la fama... o a la infamia, porque fue uno de
los coroneles cercanos al general Juan Velas- co Alvarado que el 3 de
octubre de 1968 condujo sus tanques livianos contra las rejas de
Palacio de Gobierno para sacar de ese lugar al elegante arquitecto
presidente.
Mas, en verdad, el 6 de noviembre de 1974, no sabía nada de
Gallegos. Ese fue el día en que se convirtió en mi jefe
directo. Es decir, fue designado ministro de agricultura. No fue el
primer general en ese ministerio. Apenas desde el comienzo del golpe de
Velasco ya habían pasado por ese cargo tres generales. Pero este
ministro fue diferente a los que le precedieron y sucedieron. En
efecto. Gallegos, como se puede deducir por lo que ya dije sobre
él, era definitivamente un general distinto. Yo lo llamaba, en
mi círculo personal, de “general civilizado”. Era
realmente un hombre culto. Además, era sonriente, modesto y
respetuoso. De esos que nunca permitía que un visitante esperara
más de diez minutos a la entrada de su despacho y que, si
realmente no podía cumplir, salía personalmente a pedir
disculpas.
Gallegos no había sido ministro antes. Quizá por ser ese
su primer cargo político importante o porque siempre fue
así, lo tomó muy en serio, con entusiasmo juvenil, con
muchas ganas de “hacer” y, por cierto, un tanto
ingenuamente. Él llegó en un momento muy tumultuoso de la
historia del sector agrario, sacudido durante los meses previos por el
escándalo desatado en torno a la Empresa Pública de
Servicios Agropecuarios (Epsa)2 que llevó a la cárcel a
decenas de profesionales honestos como consecuencia de la ineptitud de
algunos, que confundieron y malinterpretaron los hechos, y de la
cólera irreflexiva de un dictador todopoderoso que, lleno de
ira, ordenó “metan presos a todos” ... y así
fue. El ministro anterior, el general Enrique Valdez Angulo,
había sido en cierta forma responsabilizado por el presidente y,
por eso, fue públicamente maltratado, pero, curiosamente,
permaneció por varias semanas en el cargo antes de ser
destituido.
Precisamente a consecuencia del tal escándalo y de la
situación precaria del ministro de agricultura, Valdez Angulo,
durante esos meses se habían acumulado decenas de asuntos
urgentes, entre ellos la exportación con fines
científicos de unos 800 monos “pichico” (Saguinus).
Estos estaban en Lima, esperando la firma de la resolución
suprema que permitiría su traslado a un laboratorio en los EE
UU, donde servirían para concluir los estudios para lanzar la
primera vacuna contra la hepatitis. Esa operación patrocinada
por la Organización Mundial de la Salud, estaba perfectamente
encuadrada en las normas vigentes, es decir en un decreto supremo
aprobado un año antes, por mi iniciativa, que prohibía la
exportación comercial de fauna pero que, mediante
resolución suprema, permitía excepciones de tipo
científico como la que ocasionó todo el problema3.
Así es como, en el primer despacho que tuve con el nuevo
ministro, llevé el asunto de los monos como prioridad absoluta.
Me respondió que, coincidentemente, tendría su primer
despacho semanal con el presidente al día siguiente y que
abordaría el tema. Lo que sigue ya ha sido relatado
(Dourojeanni, 1986, 1988) y resultó en que el 14 de noviembre de
1974 recibí una llamada furibunda del presidente que no me
dejó responder nada coherente antes de colgar el teléfono
y que, una hora más tarde, llegó a mi oficina el ministro
Gallegos en persona, bastante descompuesto, diciéndome
más o menos que ese había sido uno de los peores
días de su vida, que el presidente lo trató de
estúpido “por dejarse engañar” y que
había recibido dos órdenes: la primera era, retornar los
monos a la libertad. La segunda era destituirme o, si quería
mantenerme en el puesto, eso sería bajo su propia
responsabilidad.
Lo que yo no sabía, es que el presidente había sido
informado, personalmente, por Felipe Benavides Barreda4 de que
“esa exportación era un crimen ambiental”.
Benavides, importador de armas británicas para la Marina de
Guerra y aficionado a temas ambientales, participaba frecuentemente de
juegos de carta con Velasco y, aprovechó una de esas reuniones
para hacer esa falsa denuncia. Benavides supo del asunto porque tanto
Carlos Ponce del Prado (Director de Conservación), como Antonio
Brack (Subdirector de Fauna Silvestre), los responsables directos de la
operación de los monos en la Dirección General Forestal y
de Fauna que yo dirigía eran, asimismo, miembros de la
organización no gubernamental Pro Defensa de la Naturaleza
(Prodena) que era presidida por Benavides que, por entonces, declaraba
ser amigo nuestro. No era la primera ni la última
“traición” y difamación de Benavides a sus
colegas de Prodena. Esos hechos fueron uno de tantos motivos por los
que Brack y yo nos apartamos de Benavides. Ponce, diplomático
por definición, resistió hasta la extinción de
Prodena.
No se trata aquí de repetir la historia de la tan
ridícula como épica “liberación” de
los monos, lo que estuvo a cargo de Carlos Ponce. Pero la orden fue
cumplida a pesar de que Gallegos entendió toda su irracionalidad
y alto costo. En efecto, trasladar de vuelta a Iquitos los animales que
habían estado enjaulados durante varios meses en Lima y
liberarlos en la ribera del río Nanay, que es lo único
que permitió hacer la Marina, que proporcionó la balsa,
era condenarlos a la peor de las muertes. Pero, así fue.
Gallegos no obedeció la segunda orden. No me destituyó,
pero mi personal y yo tuvimos que soportar toda clase de
investigaciones e inspectorías a cargo de coroneles que no
obedecían al ministro. Creo que éste entendía que
sacarme del puesto dificultaría una larga agenda de acciones y
proyectos que le habían llamado la atención, lo que
incluía en primer lugar culminar los detalles para la
aprobación de la nueva Ley Forestal y de Fauna Silvestre, el
establecimiento de varias áreas naturales protegidas, el
desarrollo del Programa Nacional de Manejo de la Vicuña, la
operación del aserradero del Bosque Nacional de Iparía,
negociaciones con numerosas cooperaciones técnicas
internacionales, etc. Además, el tema forestal le
interesó personalmente y, por eso, hubo varias ocasiones de
interactuar con él, más aún porque él
visitó, personalmente, muchas de las acciones forestales del
Ministerio.
El proyecto de la nueva ley forestal y de fauna estaba pronto antes de
la llegada del nuevo ministro y comenzó a pasar por los filtros
habituales de la época, entre ellos el Comité de Asesores
de la Presidencia (Coap). Hubo interminables discusiones con el
ministerio de Pesquería que, bajo la gestión del general
Javier Tantaleán Vanini y el enorme aporte económico de
la pesca exhaustiva de la anchoveta, tuvo bastante influencia.
Tantaleán no quería aceptar que se crearan áreas
naturales protegidas marinas, como Paracas o en cuerpos de agua, como
Pacaya y Samiria o el Titicaca, y tampoco aceptaba que tortugas y
lagartos negros o blancos, entre otras especies, dependieran del sector
Agrario. Finalmente, se logró el acuerdo que existe hasta hoy:
Dependen del subsector forestal las especies cuya reproducción y
postura se realiza en tierra firme. Había muchísimas
otras discusiones relacionadas a la cuestión del uso de la
tierra a resolver con la Reforma Agraria y otros, de tipo
ideológico, con el Sistema Nacional de Apoyo a la
Movilización Social (Sinamos), el brazo político de los
militares revolucionarios. Varios de los temas discutidos repercutieron
en la prensa, donde recibía bastante crítica de la por
entonces muy activa prensa izquierdista que, sólo en
teoría, apoyaba al gobierno.
Transcurrieron algunos meses difíciles hasta que un día
Gallegos me dijo, más o menos: “doctor, vamos a enfrentar
el toro por las astas. El presidente sigue teniéndolo entre ceja
y ceja y eso no nos deja trabajar. Él jamás deja de ver
un programa político semanal, en el Canal Panamericana
Televisión, que se llama “El Público Quiere
Saber” (figura 2) . Quiero que Ud. participe presentando la nueva
ley. Estoy seguro de que si el presidente lo escucha va a aprobarlo.
Puede llevar a otro funcionario si así lo desea”. El
formato del programa era un círculo con el participante
interrogado al medio y de 10 a 20 personalidades planteando preguntas
durante bastante más que una hora continua. Decidí llevar
a Antonio Brack, que ya era un gran orador, para tratar de los temas de
fauna y yo me encargué de los temas forestales y
políticos. Pues, así fue y Brack y yo hicimos lo que
pudimos. Esa misma noche Gallegos me llamó y dijo algo
así como: “Doctor, todo resuelto. El presidente
gustó mucho de la presentación y defensa que
hicieron”
.
Figura 2. “El Público quiere Saber”: El programa político de Panamericana Televisión que, en 1974, permitió avanzar con la Ley Forestal y de Fauna. Antonio Brack y Marc Dourojeanni fueron los defensores del proyecto.
Poco
después, el 13 de mayo de 1975 la Ley Forestal y de Fauna
Silvestre fue aprobada. El capítulo de áreas protegidas
de esa ley y su reglamento se convirtieron, sin cambios sustanciales,
en la ley vigente de áreas naturales protegidas aprobada en 1997.
De allí en adelante todo el trabajo de la Dirección
General Forestal y de Fauna fue facilitado y acelerado pues,
finalmente, el presidente pasó a aprobar, sin crear
obstáculos, los dispositivos legales que sustentaban las
propuestas del subsector forestal. El ministro permitió, por
primera vez, que los directores de las cuatro regiones agrarias de la
Selva sean de los cuadros forestales rompiendo la tradición de
que sean de las direcciones generales de agricultura o
ganadería. Consiguió hacer aprobar el establecimiento de
los parques nacionales Huascarán (01/07/1975) y Cerros de
Amotape (22/07/1975), de la Reserva Nacional Paracas (25/09/1975) y del
Coto de Caza El Angolo (01/07/1975), este último luego de
complejas negociaciones con los Romero, dueños de las haciendas
expropiadas, y con la Dirección General de Reforma Agraria. En
ese lapso se prepararon varios otros proyectos de áreas
protegidas (Lachay, Titicaca, Salinas y Aguada Blanca, que fueron
aprobadas por el ministro general Luis Arbulú
Ibáñez, el sucesor de Gallegos, quien también tuvo
una actitud muy positiva hacía el subsector forestal.
Cupo a Gallegos, asimismo, dar un gran impulso oficial a la
conservación de la vicuña, creando el Programa Nacional
de Manejo de la Vicuña, poniendo a su frente a Antonio Brack,
con fuerte apoyo de la cooperación del gobierno alemán.
Felipe Benavides ya había comenzado su campaña contra
Antonio Brack con relación al manejo de la vicuña, pero
no se atrevió a hacerlo públicamente mientras Galle - gos
fue ministro. Inició sus ataques más virulentos
(Dourojeanni, 2018) pocos meses después de que Arbulú
asumió el cargo. La saga del problema de los monos dio lugar a
otra acción muy importante, el Programa de Primates no Humanos,
con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud y del
Instituto Veterinario Tropical y de Altura. En todas esas iniciativas
el ministro participó activamente y brindó todo el apoyo
que pudo conseguir tanto en su sector como en otros ministerios.
Otra iniciativa excepcional de Gallegos fue combinar, con el general
Jorge Chávez Quelopana, por entonces director del Centro de
Altos Estudios Militares (Caem), el ofrecimiento de un curso de
ecología y defensa nacional que durante varios años
estuvo a mi cargo, pasando luego a ser ofrecido por varios otros
especialistas. Dicho sea de paso, Chávez Quelopana, cuando jefe
del Instituto Nacional de Planificación, fue extremamente
receptivo a los temas ambientales y a las ideas para el desarrollo
más sensato de la Amazonia. El curso comenzó con dos
horas de clase, pero antes de fines de la década de 1970 ya era
un curso obligatorio con 20 horas de clase lo que contribuyó,
sin duda, a concientizar a los futuros jefes militares y altos
funcionarios civiles a preocuparse más por la temática ambiental.
Finalmente, es en gran medida al general Gallegos a quien se debe la
creación de la Policía Forestal de la Guardia civil que
ha dado lugar a la actual Policía Ecológica del
Perú. Fue de él la idea de pedir el destaque de un
oficial superior de la Guardia Civil a mi despacho para facilitar las
coordinaciones de apoyo de ese cuerpo para la defensa de las
áreas protegidas y de la fauna silvestre, especialmente de la
vicuña. A poco de llegar, el por entonces mayor Jesús,
Sánchez Bocanegra pronto realizó que la mejor
solución sería crear un cuerpo policial forestal
especializado dentro de la Guardia Civil. Expusimos la idea al
ministro, quien de inmediato entró en contacto con el Director
General de la misma, el general Gastón Zapata de la Flor y,
después de un par de reuniones se comenzó el trabajo con
apoyo adicional del coronel Pedro Reynoso, destacado por la Guardia
Civil para ese fin. Fue muy difícil y requirió un
esfuerzo muy grande, pues, a pesar del respaldo de los jefes, la idea
requería mucho planeamiento y la solución previa de
diversos problemas legales y, también académicos.
Además, el Ministerio de Agricultura debería transferir
fondos a la Guardia Civil para la operación, algo que nunca es
fácil. Pero, el cuerpo de Policía Forestal fue
formalmente creado el 16 de febrero de 1976 y la primera
promoción egresó en 1977.
Lo arriba escrito no revela toda la dimensión del aporte de
Gallegos a la conservación del patrimonio natural del
Perú, realizado en menos de 20 meses de trabajo en el que
prestó atención a inúmeros otros problemas
ambientales y del sector agrario, especialmente a la reforma agraria
que aún estaba muy activa. Tampoco significa que otros ministros
militares no apoyaran el tema. Al contrario, tanto los generales Valdez
Angulo como especialmente, Arbulú Ibañez hicieron mucho
por el tema. Y tampoco significa que los ministros militares hicieron
más o fueron mejores que muchos ministros civiles. En efecto,
ministros de agricultura civiles como Carlos Amat y León,
Álvaro Quijandría Salmón y Nils Ericsson Correa,
entre otros, siempre favorecieron la conservación del patrimonio
natural. Lo único que se ha pretendido es destacar la figura del
general Enrique Gallegos Venero que, en entorno del ambientalis- mo
peruano, es injustamente desconocido.
Gallegos no fue el único
Son varios los hechos importantes para la conservación del
patrimonio natural peruano que fueron realizados durante gobiernos
militares. Puede, por cierto, alegarse justamente que en esos periodos
no democráticos es más fácil tomar medidas que, de
lo contrario, serían motivo de interminables discusiones y
deformaciones. Eso es verdad. Pero lo que no puede negarse es que hubo
militares interesados en hacerlas. Y el primero fue nada menos que el
dictador general Simón Bolívar, quien en 1825
emitió la primera medida del nuevo Perú para la
protección de la vicuña, prohibiendo su matanza y
otorgando compensaciones a los que las cuidan.
En esta nota no se ha hecho un recuento de todas las medidas
ambientales adoptadas durante regímenes militares a lo largo de
la historia republicana. Apenas se mencionan algunas de las más
importantes y recientes, además de tratar sólo de las
referidas al patrimonio natural, como las dos primeras leyes forestales
del Perú, la de 1963 y la de 1975 que fueron hechas durante y
aprobadas por regímenes militares. La de 1963, aprobada bajo el
gobierno de la junta militar del general Lindley, recibió apoyo
del entonces ministro de agricultura, el general Alfonso Terán
Brambilla. También fue en 1963 que se creó el primer
Servicio Forestal y de Caza. Y, muy importante es recordar que fue ese
mismo año y régimen que se crearon 13 bosques nacionales,
abarcando unos seis millones de hectáreas, muchos de los cuales,
como el del Manu, fueron la base de los parques y reservas nacionales
hoy existentes.
Un hecho curioso es que el primer bosque nacional creado en el
Perú, en 1949, el de Tumbes, fue iniciativa de otro militar, el
general Carlos Miñano Mendocilla, bajo el gobierno de Manuel A.
Odría. Es importante recordar que eso ocurrió más
de una década antes de que se creara el primer parque nacional y
antes de que se establecieran más bosques nacionales. El
gobierno de Odría también decretó diversas medidas
en favor de la fauna silvestre.
Asimismo, se debe recordar que el Parque Nacional del Manu, al que el
presidente Belaúnde se opuso tenazmente (Dourojeanni, 2017), fue
creado por el gobierno de Velasco Alvarado cuando el ministro de
agricultura era el general Enrique Valdez Angulo. Otras cinco
áreas protegidas (Lachay, Titicaca, Calipuy, Salinas y Aguada
Blanca y Sunchubamba) también fueron creadas durante el
régimen militar por los ministros Arbulú y Pérez
Egaña, después de la salida de Gallegos. Y todas las diez
áreas naturales protegidas que fueron establecidas por Fernando
Belaúnde y Alan García en la década de 1980 eran
proyectos elaborados durante el régimen militar. También
debe llevarse en cuenta que la Ley de Comunidades Nativas y Desarrollo
Agropecuario de la Selva (figura 3), de 1974, ha dado lugar a la
conservación en la actualidad de más de 12 millones de
hectáreas en forma de comunidades nativas (Dourojeanni, 2009;
2018).
Y estos hechos no son peculiarmente peruanos. Una breve revista de lo
ocurrido en el Brasil, por ejemplo, revela lo mismo. En efecto, la
primera secretaria nacional del ambiente, hoy ministerio del ambiente
de ese país, fue creada en el momento más duro del
régimen militar de Ernesto Geisel (1974-1979) y continuó
bajo el mandato del general Joao Figueiredo (19791985). Durante estos
dos gobiernos se establecieron más de 15 millones de
hectáreas como parques, reservas y estaciones ecológicas,
principalmente en la Amazonía y el Cerrado, además de
diversos proyectos importantes de manejo de fauna como el de las
tortugas marinas y de río, manatíes y de anillado de
aves, que continúan vigente (Pádua y Coim- bra,1979;
Urban,1998; Pádua, 2015) Fueron numerosas las leyes de ese
periodo en favor del ambiente, incluida la creación del poderoso
Consejo Nacional del Ambiente, que permitía una amplia
intervención de la sociedad civil y que moderaba el poder del
propio ministro.
Figura 3. Cupo a Gallegos comenzar a implementar la nueva Ley de Comunidades Nativas de 1974, que permitía la titulación de comunidades nativas. Y lo hizo con legítimo entusiasmo y buenos resultados.
Dos
de los más famosos y apreciados ambientalistas brasileños
fueron, ambos, vicealmirantes. En efecto, José Luiz Belard e
Ibsen Gusmao Cámara no tan solo propusieron y consiguieron el
establecimiento de áreas de conservación marina y, en el
caso del segundo, uno de los mayores y más exitosos programas de
conservación de ballenas, sino que ambos fueron mentores de
varias generaciones de ambientalistas brasileños (Urban, 1998).
Gusmao Cámara, en especial, facilitó también la
creación de áreas naturales protegidos en otros biomas,
como en la Amazonia, el Cerrado, el Pantanal y la Mata Atlántica
e, inclusive durante gobiernos militares, se opuso tenazmente a obras
que, como un proyecto de nuevo aeropuerto en Sao Paulo,
afectaría una importante área de bosque nativo. Por todo
eso fue conocido como “almirante verde” (Dourojeanni, 2006,
Ortiz, 2013). Retirados, ambos continuaron luchando por mejorar el
ambiente en el Brasil hasta sus últimas horas.
Lo que he observado a lo largo de mis contactos con militares en
relación a temas ambientales es que ellos, definitivamente
más que los civiles, conocen el territorio de sus países.
En el Perú todos ellos han servido en Costa, Sierra y Selva,
viviendo largos periodos en cada región y, cuándo se les
habla de un sitio u otro a preservar, ellos usualmente conocen el lugar
o saben de él. Además, hablando de áreas naturales
protegidas, ellos tienen por profesión, un buen sentido de lo
que es, en realidad, un territorio, así como de la defensa de
esos espacios. De otra parte, ellos no pretenden ser otra cosa que lo
que son y, por eso, escuchan y procuran entender los argumentos, no
teniendo rechazos apriorísticos, lo que es común en
ministros agrónomos, abogados o economistas, que casi siempre
pretenden saber mucho de todo. Y, con eso, no implico que es mejor
tener ministros militares. Apenas se explica por qué ellos,
cuando lo fueron, apoyaron mucho la cuestión de defensa del
patrimonio natural.
Para terminar, como ya dicho, el único propósito de esta
nota es recordar que la preocupación por un ambiente mejor no es
exclusividad de las personas que no usan uniforme. Muchas obras de tipo
ambiental importante también ocurrieron bajo gobiernos militares
y muchos militares en el Perú, como en otros países,
fueron actores claves de estos hechos, bien sea con iniciativas propias
o, más frecuentemente, escuchando, entendiendo y adoptando las
propuestas de los profesionales especializados, a las que permitieron y
ayudaron a concluir exitosamente sus propuestas.
También, con esta nota, me propuse rendir un justo homenaje al
general Enrique Gallegos Venero quien en muy poco tiempo hizo
más que lo que el mero deber le exigía con
relación a la naturaleza en el Perú.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS