Recibido: 20/07/2020 Revisado: 29/07/2020 Aceptado: 31/07/2020
Publicado: 25/10/2020
RESUMEN
La teoría de la electronalidad tal como ha sido vinculada con el
autismo, establece que esta etapa de nuestra historia comunicacional,
donde prima el uso de la palabra electrónica a través de
las tecnologías nacidas de la cibernética y de la
internet, ofrece herramientas que no sólo favorecen una mayor
fluidez para un tipo de mente autista sino que benefician a la
población en general. En estos tiempos de cuarentena producto de
la COVID-19, ha sido necesario potenciar un mayor uso de herramientas y
aplicaciones que favorecen la comunicación a distancia, uso para
el cual hemos notado que las personas autistas parecen estar mejor
preparadas debido a las formas de procesamiento que les son propias.
Esto lleva a pensar en las relaciones entre la mente autista y las
nuevas tecnologías de la información. Este
artículo mostrará las relaciones entre esta y la
configuración de los modelos comunicativos actuales centrados
más en la conectividad que en el diálogo. Se propone,
también una reflexión sobre lo que nos enseña la
mente autista sobre las nuevas maneras de interactuar.
Palabras clave: Autismo,
electronalidad, semiótica, WhatsApp, lingüística
aplicada, conectividad, diálogo, COVID-19, habilidades sociales.
ABSTRACT
The theory of electronality as it has been linked to autism,
establishes that this stage of our communicational history, where the
use of the electronic word prevails through technologies born from
cybernetics and the internet, offers tools that not only favor greater
fluidity for an autistic type of mind but benefit the general
population. In these times of quarantine as a result of the COVID-19,
it has been necessary to promote a greater use of tools and
applications that favor remote communication, an use for which we have
noticed that autistic people seem to be better prepared due to the
forms of processing. This leads to thinking about the relationships
between the autistic mind and the new information technologies. This
article will show the relationships between the autistic mind and the
configuration of current communication models focused more on
connectivity than dialogue. It also proposes a reflection on what the
autistic mind teaches us about new ways of interacting.
Keywords: Autism, electronality, semiotics, applied linguistics, connectivity, dialogue, COVID-19, social skills.
INTRODUCCIÓN
A partir del 15 de marzo del 2020, el Perú entró en una
cuarentena producto de la pandemia desatada por la COVID-19. Uno de los
sectores más afectados ha sido el educativo en todos sus
niveles, cuyas clases tuvieron que ser adaptadas, en breve tiempo, a
una modalidad a distancia y virtual, teniendo que asumir profesores y
estudiantes el manejo y entendimiento de aplicaciones y programas no
usados antes. Aún nos queda trabajo para graficar la totalidad
los efectos que en la salud mental han provocado y provoca la
situación de aislamiento y distancia física en la
población general. En la actualidad la situación
epidemiológica permite la reactivación de muchas de las
actividades económicas que fueron paralizadas, la
educación en los diferentes niveles, se ha propuesto que
mantenga el formato a distancia durante este año, al menos.
La incertidumbre y el aislamiento han generado una serie de respuestas
negativas en la población autista. El autismo en una
condición del neurodesarrollo (Baron-Cohen, 2008) que se
caracteriza por presentar un tipo de mente más preparada para
sistematizar información y que encuentra dificultades en el
aprendizaje de las habilidades sociales típicas necesarias para
interactuar con el entorno. El tipo de mente autista requiere de altos
grados de predictibilidad en su funcionamiento. Son personas, con una
mente sistemática que busca constantes, por ello las rutinas,
horarios y su cumplimiento son esenciales para su salud mental. La
situación de cuarentena y el “nuevo orden”,
interpretado como “desorden” en la situación en
casa, sin espacios para diferenciar los límites de la escuela
con los del trabajo y las dificultades económicas, ha
determinado un impacto profundo en las dinámicas familiares y
particularmente en las de las personas autistas. Por esta razón,
el gobierno peruano a través del Ministerio del Interior,
otorgó el 2 de abril de 2020 (en el marco del día mundial
de la concientización sobre el autismo) la posibilidad de
salidas terapéuticas diarias de 15 minutos para personas
autistas con un acompañante ante la situación de
ansiedad, depresión e incluso autoagresiones que se
detectó en esta población.
Pero así como esta cuarentena generó este tipo de
dificultades, mostró, también, que un gran número
de autistas mostraron más facilidades para adaptarse mejor a
esta nueva situación en comparación con la
población no autista. El uso de mecanismos y plataformas de
comunicación pareció prolongar una realidad comunicativa
que les era preferente. ¿Cómo podemos entender este tipo
de desempeño de la mente autista en el uso de tecnología
en esta “nueva normalidad”? ¿Hay alguna
relación entre este tipo de mente y el desarrollo de estas
tecnologías de la información? Para tratar de responder
estas preguntas se debe pensar sobre la etapa en que vivimos y que
hemos dado en denominar como “electronalidad” y que aparece
por primera como concepto en la historiografía (D’Haenens,
1983) y, luego, en la semiótica (Biondi y Zapata, 2006).
Sin embargo, fue Michael Foucault (1967) quizá el primero que
señaló no sólo el advenimiento de nuestro mundo
electronal sino, también, quien mostró su
configuración:
“Nadie ignora que la gran obsesión del siglo XIX, su idea
fija, fue la historia: ya como desarrollo y fin, crisis y ciclo,
acumulación del pasado, sobrecarga de muertos o enfriamiento
amenazante del mundo. El siglo XIX encontró en el segundo
principio de la termodinámica el grueso de sus recursos
mitológicos. Nuestra época sería más bien
la época del espacio. Vivimos en el tiempo de la simultaneidad,
de la yuxtaposición, de la proximidad y la distancia, de la
contigüidad, de la dispersión. Vivimos en un tiempo en que
el mundo se experimenta menos como vida que se desarrolla a
través del tiempo que como una red que comunica puntos y enreda
su malla. Podría decirse acaso que las disputas
ideológicas que animan las polémicas actuales se
verifican entre los descendientes devotos”. (Foucault, 1967/1984).
La electronalidad (Reaño, 2017), se refiere al tiempo que se
abre con la incorporación de la palabra electrónica a
nuestra producción comunicacional y de sentido. Nacida de las
tecnologías de la cibernética e impulsada como orden
semiótico con el arribo de la internet, desplazó la forma
cómo concebíamos el mundo y otorgábamos sentido en
la etapa escribal, aquella que desde la invención de la imprenta
había colocado al libro y a la palabra escrita como aquella que
privilegiaba nuestra manera de objetivar la realidad.
En la última década se ha avanzado en la idea de que esta
etapa del desarrollo semiótico humano es producto de la mente
autista (Reaño, 2017). El cerebro autista tiene una gran
capacidad de sistematizar información, unido a habilidades de
hiperfocalización en temas de interés y almacenamiento en
la memoria a largo plazo. Estos tipos de cerebros han sido claves en
muchas etapas de generación de tecnología a lo largo de
la historia de la humanidad (Armstrong, 2010). En la actualidad,
podemos constatar que siendo el autismo el 1% de la población,
esta distribución aumenta significativamente en lugares donde se
produce tecnología informática (Roelfsema et al., 2012;
Silberman, 2001), en aquellos enclaves donde se necesitan, sobre todo,
programadores, ingenieros y operarios para el desarrollo y
diseño de software, hardware y aplicaciones digitales.
Cuando analizamos las características de de las funciones de la
electronalidad con la manera cómo procesan el sentido las
personas autistas, encontramos semejanzas notables. Y diferencias en la
manera cómo se producía el sentido en la etapa escribal,
es decir, en aquella donde se privilegiaba la palabra escrita y el
libro impreso era el depositario del conocimiento.
Segunda función de la electronalidad y producción del sentido en el autismo
Existen tres funciones que explican la manera cómo la humanidad
ha privilegiado la producción del sentido de acuerdo con las
tecnologías de la comunicación humana utilizadas a
través de 3 grandes etapas: la oral, la escribal y la electronal
(Reaño, 2017):
Función 1: Realidad objetiva vs. realidad subjetiva.
Función 2: Privilegio del diálogo vs. privilegio del dialogismo.
Función 3: Privilegio de la lógica intensional vs. privilegio de la lógica extensional.
La realidad puede ser una serie de eventos objetivados en
contraposición con la perspectiva (subjetiva) que podamos tener
de ellos.
Esto era notorio en la etapa escribal. La manera cómo se
privilegiaba el sentido en ella hacía que la verdad se
considerara objetiva frente al conocimiento que se hallaba en los
libros. Los axiomas matemáticos, por ejemplo, son una muestra de
objetivación de la realidad donde uno no puede tener una
opinión. De similar modo, sobre ciertas definiciones, ideas y
datos que se encontraban en textos escritos no solían ser
pensados como falsos por el hecho de encontrarse en un
“libro”, prefigurado como el depositario del saber y de
nuestra herencia acumulativa cultural.
En nuestra etapa electronal, la expresión de la subjetividad es
una de las características más notorias del
espíritu de de los tiempos actuales. Las redes sociales, por
ejemplo, son expresión de opiniones que, por el simple hecho de
ser expresadas, son consideradas sino como verdaderas, poderosamente
como válidas por el usuario que las emite. La irrupción
de las “fake news”, es un ejemplo de la pérdida de
límites y parámetros objetivos con los cuales analizar la
información, generar opiniones sobre política o
económica apelando a la sola subjetividad es usual en nuestro
tiempo. No es mi intención, como lingüista, calificar esta
situación sino apuntar a hechos comprobables en el uso que se le
da a la palabra electrónica. Esta misma democratiza,
también, las posibilidades de expresión y de
validación de colectivos neurodivergentes que tenían una
muy reducida posibilidad de enunciarse en la etapa escribal. Antes de
la aparición de la internet, hubiese sido poco probable que una
persona autista publicase un libro o supiésemos de sus
vivencias, para una persona autista no hablante que se valiera de un
sistema de comunicación alternativa habría sido
imposible. Hoy, conocemos cientos de testimonios y relatos de estas
poblaciones. En la electronalidad, se da la figura del
“prosumidor”, es decir, del que puede crear contenidos y no
sólo consumirlos, gracias al acceso a herramientas
informáticas y al espacio libre, en muchos casos, que significa
la red digital mundial.
En el autismo, la mediación de una atención compartida,
la emergencia de sus formas empáticas, está dada por sus
intereses profundos. La manera cómo se aproxima la persona
autista a los objetos y saberes del mundo es altamente subjetiva y
dependerá de sus campos de interés, en los cuales suelen
convertirse en verdaderos expertos del tipo de sistema que elijan
privilegiar. Durante mucho tiempo se calificó a estos intereses
como “restringidos” y ligados a una obsesividad y la
inflexibilidad. Sabemos, gracias a relatos de personas autistas que se
trata, más bien, en un sentido lejano a la
psicopatología, de “intereses profundos” (Shore,
2012), a los que se accede gracias a la pasión por el detalle en
las mentes autistas.
La segunda función de la electronalidad plantea el privilegio de
la conectividad sobre el dialogismo. Dentro de nuestras formas
comunicativas que elegimos privilegiar: el diálogo que se dirige
a un otro y espera una respuesta en la inmediatez o la conectividad que
sabe de distancia y para la cual basta que el otro esté,
presente o ausente, con una respuesta que puede ser diferida, no llegar
como directa a una demanda de comunicación.
La electronalidad puede ser vista como una
“hiperculturalidad”, siguiendo a Byung-Chul Han
(2005/2019), es decir, una construcción de espacios culturales
que no tiene centros y donde se privilegia la cercanía, la
yuxtaposición, la mezcla, en un universo de interconexiones
digitales que hace que podamos estar en muchos y ningún lugar a
la vez. Este es el sentido de la gran red que presagiaba Foucault
(1967/1994) en el texto citado anteriormente.
La electronalidad, a través de la aparición de las
charlas virtuales (“chat”), ha logrado un efecto de abrir
una ventana al diálogo que supera la distancia, pero
también al privilegio del estar conectado. Se pudden tener
varias conversaciones al mismo tiempo donde algunas serán
prioritarias y otras se darán por el hecho de señalar un
“aquí estoy” que enganche una cercanía que no
busque una respuesta inmediata más que la certeza de la
posibilidad de una interacción futura; se privilegia, entonces,
el sabernos conectados antes que el diálogo inmediato. Los
detalles se superponen al todo, la posibilidad a la efectividad.
En el autismo encontramos un tipo de “pensamiento en
detalles”: se procesa preferentemente de las partes al todo, de
manera inversa al funcionamiento típico. Este tipo de
funcionamiento, unido al establecimiento de interacción sobre la
base de intereses profundos, hace que la persona autista busque
más el estar “conectado” con los demás de
manera intermitente que sostenida. La fluidez se establecerá
prioritariamente al aparecer un tema afín a sus intereses
sistemáticos.
La palabra electronal y la conectividad: el caso del WhatsApp
La electronalidad bosqueja un sistema cultural donde se puede
reflexionar nuevamente en la idea de Benveniste (2012) a
propósito de la palabra electrónica: “En todo
tiempo y lugar la escritura fue el instrumento que permitió a la
lengua semiotizarse a sí misma”. Es decir, de la
función instrumental de la lengua se pasa a una representativa.
¿Qué pasa, entonces, en nuestros días con la
escritura del texteo, de los 280 caracteres en Twitter, pero sobre
todo, de los emojis?
Los emojis representan acaso un tipo nuevo de escritura en ciernes,
pictográfica (eso significa, literalmente, ‘emoji’
en japonés: ‘pictografía’) que
buscaría iconizar los referentes del mundo, expresar
directamente conceptos sin tener que recurrir a la grafía,
buscando determinada economía situacional generada, sobre todo,
por las redes sociales, que incluyen chats y para las que los emojis
dejan de ser simples marcas paralingüísticas
(acompañantes que reemplazan la emocionalidad asociada al
enunciado cara a cara; en esto vemos, también, otra marca del
retorno de la palabra electronal a la palabra hablada) para
convertirse, por momentos, en el texto mismo.
No es inusual que, como hemos visto, al “textear” en
WhatsApp respondiendo a un amigo que nos pregunta si, de todas maneras,
nos veremos hoy como habíamos quedado, pero a nosotros nos ha
surgido un imprevisto X y no podremos asistir, así que en la
pantalla ponemos el siguiente texto: he tenido un problema, no voy a
poder ir.
En ese momento, antes de enviar el mensaje, por un momento juzgamos que
“suena” demasiado duro y decidimos darle un énfasis
sobre nuestra emoción o sobre lo que debería de
entenderse por ella:
Figura 1. Vista en pantalla del uso del Emoji para hacer énfasis en la emoción