La ética
y el desarrollo sostenible
Ethics and sustainable development
Carlos R. Álvarez
Astengo, Gustavo Ch. Torres Oneto, Dorian I. Samanez Montensinos y Enrique J. Sarmiento Gamio
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Lima, Perú.
Recibido: 22–11–2018
Revisado: 02–03–2019
Aceptado: 22–04–2019 Publicado: 25 – 05 - 2019
RESUMEN
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) tienen como
propósito crear un conjunto de objetivos mundiales relacionados con desafíos
ambientales, políticos y económicos, haciendo frente a la pobreza extrema
y el hambre, entre
otros, como prioridades del desarrollo. Los ODS son un llamado urgente para que
el mundo haga la transición a una senda más sostenible.
Sobre el desarrollo sostenible o sustentable se puede decir en líneas
generales que es aquel
donde el desarrollo de la generación presente satisface sus necesidades sin
limitar a las generaciones futuras para que también
puedan satisfacer sus necesidades.
En el presente trabajo, se
desarrolla una evaluación integral de los procesos de desarrollo sostenible, desde
una mirada estatal
y desde la perspectiva de organizaciones internacionales como el PNUD. De este
modo, se trata
de una indagación profunda sobre
patrones de bioética.
Palabras clave: Bioética,
desarrollo sostenible, desarrollo sustentable.
ABSTRACT
The Sustainable Development Goals
(SDG) of the United Nations
(UN) are intended
to create a set
of global objectives related to environmental, political and economic
challenges, addressing
extreme poverty and hunger, among
others, as development priorities. The SDG’s
are an urgent call for the world to make the transition to a more sustainable path.
About the sustainable or sustainable development can be said
in general lines
that is where
the development of the present generation meets their needs
without limiting future
generations so that they can also meet their
needs.
In the present work, a
comprehensive evaluation of sustainable development processes is developed, from a state perspective and from the perspective of international organizations such as the PNUD. In this way, it is a deep inquiry
about bioethics patterns.
Keywords: Bioethics, sustainable development.
INTRODUCCIÓN
Cuando en 1945 fue creada la ONU, uno de sus principales objetivos fue “crear las
condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones…”, de
acuerdo al artículo 55 de su carta de fundación, para lo cual debe promover niveles de
vida más elevados, trabajo permanente
para todos y condiciones de
progreso y desarrollo económico y social.
Al respecto, es preciso señalar
que el concepto de desarrollo
ha variado con el
transcurrir de los años, puesto que el desarrollo a costa de la ausencia de la
paz universal, el mantenimiento de la pobreza
o la degradación del planeta por el agotamiento de sus recursos y su contaminación no es tal. Incluso nuestro planeta podría
ser inhabitable para las futuras generaciones.
Siguiendo este razonamiento, los líderes
mundiales aprobaron en 2015 la llamada “Agenda 2030”, que marca los ODS. (Organización de la Naciones Unidas
- ONU, s.f.).
El propósito
de los ODS es crear un conjunto
de objetivos mundiales relacionados con los desafíos ambientales, políticos y económicos con que se enfrenta nuestro mundo,
reemplazando a los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM), emprendidos el año 2000 para hacer frente a la pobreza extrema
y el hambre, prevenir las enfermedades mortales y ampliar
la enseñanza primaria a todos
los niños, entre otras
prioridades del desarrollo.
Gracias a ellos, por ejemplo, se
lograron enormes avances en la lucha contra el VIH/ SIDA y otras enfermedades tratables, como la malaria y la tuberculosis.
Es entonces que se comenzó a trabajar en los
nuevos objetivos, es decir, los ODS,
que son un llamado urgente para que el mundo haga la transición a una senda más sostenible.
Los ODS son 17 objetivos
interrelacionados por lo que el éxito de uno afecta el de otros. Resulta importante señalar que
la aprobación de los ODS, el 2015, coincidió con la firma del Acuerdo de París aprobado en la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP21) y el Marco de Sendai
para la Reducción del Riesgo de Desastres, firmado en el Japón también el 2015.
Los ODS son especiales por cuanto
abarcan las cuestiones que nos afectan a todos. Reafirman nuestro
compromiso internacional de poner
fin a la pobreza de forma permanente en todas partes. Son
ambiciosos, pues su meta es que nadie quede atrás.
Lo que es más importante, nos
invitan a todos a crear un
planeta más sostenible,
seguro y próspero para la humanidad (PNUD - PERU,
s.f.). Buscan
encontrar el espíritu de colaboración entre
los hombres para elegir las mejores opciones con el fin de mejorar
la vida, de manera sostenible,
para las generaciones futuras.
De este modo, proporcionan metas claras en conformidad con las prioridades y los desafíos ambientales del mundo
en general.
Los ODS pretenden alcanzar a toda la humanidad, abordando las causas
fundamentales de la pobreza
y nos unen para lograr
un cambio positivo
en beneficio de las personas y el planeta.
Quizás Aristóteles pensó algo parecido:
"¿Cuál será, pues, el bien de cada una, sino aquel por cuya causa se trata todo lo demás?"
Lo cual en la medicina es la salud, en el arte
militar la victoria,
en el edificar la casa, y
en otras cosas,
otro, y, en fin, en cualquier elección el fin; pues
todos, por causa
de éste, hacen todo lo
demás. De manera que si algo hay que
sea fin de todo lo que se hace, esto mismo será el bien de todos nuestros
hechos, y si muchas cosas lo son, estas mismas lo serán.” (Aristóteles, 2005)
Si un comportamiento se califica como ético cuando contribuye al desarrollo de las cualidades propias del ser humano o, lo que es lo mismo, cuando hace al individuo mejor persona, cuando su calidad humana crece (Navarro, 2018), acaso no coincide esto con los ODS y el concepto
mismo de desarrollo sostenible.
En otras palabras, los ODS en su
naturaleza misma contienen un comportamiento ético.
¿CÓMO SE ERIGE EL DESARROLLO
SOSTENIBLE?
En la década de los setenta
comenzó esta preocupación de forma
masiva, con la reunión
de Estocolmo (Suecia) en 1972, denominada Medio Ambiente Humano, la cual
acogió las primordiales inquietudes de
los jefes de Estado, las
colectividades académicas y
científicas, así como de organizaciones
no gubernamentales sobre la problemática ambiental, la cual comprendió grandes
polémicas sobre el antagonismo entre el crecimiento económico y la conservación
del medio, además de la alta explosión demográfica, como se denominaba al
impacto del crecimiento de la población en el
medio ambiente.
A partir de entonces, se ha
suscitado una creciente serie de discusiones y debates sobre el desarrollo sostenible, cuyo concepto
generalizó, a partir de la publicación del Informe Brundtland en 1987, la
Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
En este documento se gesta como
una novel matriz de pensamiento con un alto contenido
de praxis, que germina como una nueva representación para la gestión
de los recursos naturales, como
también de un nuevo modelo de relaciones humanas.
Es así que se llegó a la Conferencia de Río de Janeiro en 1992, que estableció la
Agenda 21, conformada por una serie de puntos que deben acogerse para adoptar
la sostenibilidad, que se ha
definido como “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer
las capacidades que tienen las futuras generaciones
para satisfacer sus propias necesidades” (p.67), concertado por la
Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el
Desarrollo, que más tarde fue reformada en
Johannesburgo (2002), al añadir que
se busca conjuntamente la supresión
de la pobreza, además de fortalecer
la equidad social.
Y se llegó recientemente a la
reunión de Río+20, en Río de Janeiro
(Brasil), tras 20 años
de la promulgación de este concepto que se ha
seguido como derrotero, y que sintetiza
la mayor de las preocupaciones del ser humano: su permanencia en torno a la búsqueda de un
equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental en que subsiste.
LA ÉTICA ENCAMINADA HACIA LA SOSTENIBILIDAD
La ética como ciencia y filosofía
de los aspectos de carácter moral, desde la perspectiva de Sanz Ferramola y
Medina (2007), se constituye en un área del conocimiento que se aplica
esencialmente a tópicos controvertidos,
asiduos disensos y consensos sociales.
La ética, en este
marco de referencia, recurre a la interdisciplinaridad para logar una lógica
desde cada punto de vista,
para hallar así un característico orden que conduzca
a preceptos comunes.
or esta razón, en cuanto a
las acciones llevadas a cabo por el ser humano,
sean de orden individual o colectivo, la ética se torna indispensable, ya que las acciones conllevan
consecuencias de manera directa
o indirecta a otras personas, cercanas o distantes;
por ende, comprende una significativa complejidad que se instituye como un
dilema, debido a lo diverso de la cultura social en que se puede desenvolver este
acto, pero particularmente por los deberes que se construyen y proyectan hacia
las generaciones venideras.
En el marco de las declaraciones de desarrollo
sostenible, Zahedi y Gudynas (2008) indican que la Declaración de Estocolmo no
toca expresamente la ética, pero sí aseveran
que en la declaración se vislumbra un cambio en la
forma de juzgar y se advierte una evaluación
distinta, que irrumpe particularmente sin
restricciones temporales, y considera claramente el porvenir, en que se observa un cambio
en la forma de valorar.
El aspecto se mantuvo en todas las otras
declaraciones emanadas de Río
de Janeiro en 1992; Johannesburgo en 2002, hasta
llegar a la reunión de Río+20,
en Brasil, 2012.
Por ende, la ética,
tanto explícita como implícitamente, ha intervenido en forma relevante en los debates internacionales con respecto a los aspectos que atañen al
desarrollo sostenible, y consecuentemente ha conducido una profusa actividad
en la elaboración, revisión y aprobación de pautas,
como reglas y principios éticos con el
objeto de proteger a las personas, para evitar
conflictos y disputas, en nuestra sociedad.
Asimismo, en el Simposio
sobre Ética y
Desarrollo Sustentable, celebrado en Bogotá,
Colombia, en mayo de 2002, se
promulgó el “Manifiesto por la Vida. Por
una Ética para la Sustentabilidad”.
De este espacio, se exterioriza que el desarrollo
sustentable pretende tutelar la edificación de una nueva racionalidad social y productiva,
amparada esta en el hecho de reconocer que
la crisis que hoy se padece
reside en el
contexto social, y es “una crisis moral de instituciones políticas, de aparatos
jurídicos de dominación, de relaciones sociales injustas y
de una racionalidad instrumental en conflicto con la trama de la vida” (p. 1).
Por ende,
se apela particularmente a
la construcción de una ética para
la sostenibilidad, que se apoye
en la responsabilidad moral, tanto
de las personas, conjuntos
sociales y las
estructuras de gobierno, con el
fin de acceder a la prolongación de
la vida y mejorar las condiciones de
calidad de
la vida, en la comprensión,
y razonamiento de las complicadas interacciones que se suceden entre el ser humano y la naturaleza.
No obstante, este manifiesto
también indica que la ética para la
sostenibilidad requiere de pautas para encaminar los procederes particulares de las personas, así como de los
grupos sociales.
A esta valiosa aportación, le
siguió la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos,
el 19 de octubre de 2005,
por parte de la UNESCO, que señala que se erigen dada la
excepcional capacidad que posee el ser humano para reflexionar sobre
su propia existencia y su entorno,
así como para percibir la injusticia, evitar
el peligro, asumir responsabilidades, buscar la
cooperación y dar muestras de un sentido
ético.
Sin embargo, de esta declaración, aunque
cuenta con un alcance remitido
a la medicina y ciencias de la vida, su aplicación está motivada
por los avances que la tecnología ha sostenido, y cómo ésta ha incidido
grandemente en los seres humanos.
Estas declaraciones son resultado
de la manera paulatina en que transcurre el avance de la
cultura del dominio de la naturaleza, a partir de la ciencia moderna, la cual
se sobrepuso a la interacción de la cultura de veneración y cuidado de la
naturaleza, y sustituyó así el añejo fundamento de las agrupaciones indígenas y de las comunidades
orientales.
Precisamente así, la ética se
constituye en una variable medular
que revela las distintas
modalidades de los cambios y es una unidad fundamental, aun en el desarrollo sustentable, puesto que las conductas y los estilos
de vida revelan los valores
que rigen las formas en que se gestionan los
recursos.
Por lo tanto, como señala Téllez
Fabiani: El saber científico nos impone una certeza sobre el
futuro: sabemos, de alguna manera
parcial, pero probable o posible, que extrapolando las condiciones actuales la relación de
los seres humanos y la naturaleza será violenta si no hacemos algo en la actualidad (2006).
Es así que la ética se conduce por el sendero de mejorar las relaciones
sociales, y muy esencialmente obra en el modo personal y colectivo del ser humano
con el propósito de
reconocer y estudiar sus actos, así como sus valores, con el propósito de
conducirlo por espacios más constructivos, útiles, nobles, y armónicos con su entorno
natural y social.
Actualmente, es inexplicable que
la ciencia y la
tecnología aplicada conserve
la capacidad de producir cuanto sea necesario para satisfacer las
demandas de la sociedad; sin embargo, un gran número de población en el mundo
mantiene una vida miserable, por debajo de
los requerimientos actuales.
Tan solo este ejemplo
nos sirve como
muestra: mientras millares de seres humanos mueren de hambre o cuentan
con una alimentación insuficiente, aproximadamente una tercera parte de los
alimentos que se producen para el
consumo humano se desaprovecha.
Esto equivale a 1,300
millones de toneladas al año, que de aprovecharse alimentarían a todo el continente africano.
Tan sólo en Europa y América del Norte se
derrochan entre 95 a 115 kg/año/per cápita, comparado con los 6 a 11 kg/año/ per cápita
que se suscita en África
y en el sur y sudeste
de Asia.
Por lo tanto, con lo arriba
citado, incumbe reflexionar desde una
perspectiva teleológica, en la cual se reconoce
que los seres humanos
deben instituir sus propias pautas éticas, pero la naturaleza y el entorno
social en que se subsiste, deben tornarse en
el marco de observación y
advertencia, que ha de suministrar los sendas para desplegar y progresar en una adecuada vida moral. (Cantú y Martínez, 2015).
DESAFIÓ ÉTICO PARA LOGRAR EL DESARROLLO CON SOSTENIBILIDAD
El desarrollo sostenible en la
actualidad constituye un tema
de consulta obligada en el ámbito
académico y social.
Se puede definir de acuerdo con
Díaz Osorio y Solís Welzel (1997) como “un proceso que tiende
al mejoramiento de las condiciones sociales y económicas para el total de la población”.
Es así como, desde los años cuarenta, recibe las primeras críticas en la voz de
activistas sociales desde puntos de vista de carácter teórico- práctico
y desde el contexto de orden
moral (Zamora, 2003; Cantú y Martínez, 2012a).
Hoy buscamos un desarrollo con sostenibilidad,
en donde los actores que participan actúen en un entorno de diálogo sobre sólidas
bases éticas y principios que se
procuren llevar acabo sin produciralteraciones
socio ambientales que perjudiquen al planeta.
Desde este punto de vista, se levanta el
comentario de Martínez Navarro (2000) al señalar que una ética
para el desarrollo sería aquella que permita orientar las tareas y las relaciones prevalecientes desde una
óptica de carácter personal, social, ecuménico y ecológico; esto
es, como aspiración común de hacer o conseguir algo,
que esapreciado como
humanamente digno, que permita favorecer la presencia de una cordura en los
planes políticos, como también en las reformas estructurales al observar el
desarrollo en el ámbito local, nacional
e internacional con el
fin de poner freno al incorrecto desarrollo.
Esto significa un crecimiento y
desarrollo equilibrado protegiendo la dignidad humana.
En este sentido, Kliksberg (2001)
advierte tres problemas que aquejan a la sociedad, concretamente lo humanamente
digno, como la pobreza que afecta
a los infantes, el
deterioro de la figura simbólica de la familia y la desocupación como un
problema de carácter social y económico, señalando que “son sufrimientos que
afectan la dignidad humana”, los cuales se yerguen de forma natural, como
desavenencias inevitables producto del proceso de desarrollo y modernización de
la sociedad.
Esta situación descrita guarda estrecha
relación con otros problemas éticos vistos en trabajos grupales del Programa de
Alto Mando 2018 como la superpoblación o problemas de índole hídricos
que la sociedad en su conjunto afronta y deberá afrontar en un futuro
muy próximo.
Ante este escenario, la ONU (2013)
se pronuncian al indicar
que “la próxima
agenda de desarrollo debe garantizar que, en el futuro
ni los ingresos, ni el género, el origen étnico, la discapacidad o la geografía
determinarán si las personas
viven o mueren, si una madre
puede dar a luz con seguridad, o si su hijo tiene una oportunidad justa
en la vida”.
Casos como los del problema del
agua en la ciudad de Puno, nos ponen
ante un juicio moral y llaman a la reflexión sobre aspectos tan cotidianos.
Estamos en el siglo 21 y aún sentimos
que no avanzamos en esa búsqueda
de lograr o por lo menos iniciar un desarrollo humano
sensible en lo social
y coherente en lo económico.
Esto último nos remite a la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, la cual fue decretada por la
Unesco el 19 de octubre de 2005, y cuya proclama y eje axial se
fundamentan en el respeto de la dignidad de la persona, los derechos
humanos y las libertades fundamentales.
Se considera pertinente introducir
sucintamente estos tres aspectos, para una mayor claridad en nuestra
argumentación.
Consideramos por lo tanto
que la dignidad humana es
primordial para su realización, es un punto
de partida y a la vez un punto de llegada, un horizonte constante que debemos considerar con respeto y elevada cuota
depertenencia social, lo cual permite
el logro de sus aspiraciones y anhelos.
En este sentido, la libertad es
prescindible para la autorrealización de la persona; por lo tanto, a nadie
puede privarse de esta o condicionársele.
La libertad debe entenderse como
un principio fundamental que
consolida un espacio de convivencia
universal, en donde la dignidad humana prevalece sobre cualquier aspecto
que involucre al desarrollo,
equilibrado, armónico y en un ambiente de sana
convivencia.
De acuerdo con Gordillo
Alvarez-Valdés, (2008), “esto sólo se consigue con los otros, con los que se
aprende a ser libre, cuando uno es capaz de vincularse a los otros, de dialogar
con los demás, para ir configurando
sus pensamientos y acciones, compartiendo con los otros”.
Sin embargo, en relación a lo anteriormente expuesto, aun en el presente
siglo, existen ciertas ausencias en casi todo el orbe, producto de la
diversidad cultural y ciertos pensamientos conductuales que, en algunos casos
extremos, generan una ausencia de respeto a la dignidad humana como también a la transgresión a los derechos
humanos y otras libertades fundamentales.
El desarrollo se contempló como un derecho universal en 1986 por las
Naciones Unidas, a través de la
Declaración sobre el Derecho al Desarrollo:
1: (i) El derecho al desarrollo es un
derecho humano inalienable en virtud del
cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para
participar en un desarrollo económico, social, cultural y
político en el que puedan
realizarse plenamente todos los derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a
ese desarrollo y a disfrutar de él;
(ii) El derecho humano al desarrollo implica también la plena realización del
derecho de los pueblos a la libre
determinación, que incluye, con sujeción
a las disposiciones pertinentes de ambos Pactos internacionales de derechos
humanos, el ejercicio de su derecho inalienable a la plena soberanía
sobre todas sus riquezas y recursos naturales.
Nos encontramos viviendo un nuevo milenio, donde aparentemente se respira
aires de desarrollo en lo científico y tecnológico; pero en lo social y humano aún persisten
algunos problemas sin solución
aparente como son la miseria,
desnutrición, desocupación, injusticia social, deterioro ambiental, entre otros
sucesos, aún no se han remediado y, peor
todavía se han incrementado, hecho que ha puesto
en tela de juicio el trámite por acceder al desarrollo sostenible.
Así, Parrilla Díaz indica que “el siglo XXI se perfila como uno de crisis”
(2013). Esta crisis, de acuerdo con Hans Jonas, se sufre porque “antes de nuestra época
las intervenciones del hombre
en la naturaleza, tal y como él mismo las veía, eran esencialmente
superficiales e incapaces de dañar permanentemente el equilibrio”. (1995).
Ante tal suceso, hoy en día, el
saber ético se erige en un deber urgente e inaplazable. Existe actualmente,
herencia del mundo industrializado, un pequeño sector que goza de un poder casi
absoluto, lo cual ocasiona un desbalance entre los que tienen acceso a muchos beneficios sociales contra la gran
mayoría que sufre de ausencias básicas.
Esto nos evidencia que aún no hemos logrado un camino hacia un desarrollo ético
sostenible y sustentable.
Cantú-Martínez asevera que esto “es producto de un capitalismo neoliberal
totalmente opuesto a los principios de justicia social y criterios de equidad,
cuyos efectos reales se trasladan a distintas esferas
como la política, social, económica, ambiental e
inclusive la cultural” (2014), que trastoca la dignidad de las personas.
Nuevos enfoques surgen producto de lo
descrito anteriormente como el surgimiento de la noción de ética global, que de acuerdo con
Rein Venegas está “vinculado a una serie de las disciplinas de ciencias
sociales, como las relaciones internacionales, los derechos humanos y las teorías feministas”.
(2013).
Es en este marco de la ética
global se tratan de establecer
estándares y normativas de carácter internacional con el fin de crear marcos
referenciales ético-jurídicos de desempeño socioambiental en los países, de modo que se establece una serie de
reuniones en diversas latitudes, prevaleciendo
un escenario lleno de intereses particulares dejando de lado las
verdaderas y profundas crisis medioambientales y sociales, mostrando una
postura de indiferencia y ausencia en el deseo y voluntad de ponerles solución.
En esta coyuntura debemos
contextualizar las diversas realidades sociales y culturales de cada grupo
humano, explorar su espacio cognitivo, afectivo y su propia conducta social, que
nos permita interpretar sus propias
necesidades y hacerlas inclusivas poniendo énfasis en la sustentabilidad de su desarrollo como sociedad en general y
como dignidad humana en lo particular, proyectando hacia el futuro cercano dos
direcciones de logros futuros la primera
el presente de un desarrollo con beneficios a todos
por igual y una segunda dirección un futuro donde los beneficios por alcanzar
estén disponibles para todos.
Así pues, el desarrollo sostenible
conlleva la tendencia de conciliar los intereses actuales de las personas como también de las futuras generaciones, para arribar así a
un nuevo modelo de desarrollo, particularmente en el avance que ha tenido la sociedad humana y las implicaciones
en los sistemas naturales, tanto en el ámbito que representa este progreso en lo local como en lo regional,
que ha incidido en cambios de estilos de vida, en consonancia con la
disponibilidad de los recursos naturales disponibles.
En este sentido, Loza,
Lurent y Rosales
(2011) citan que para la existencia veraz de un desarrollo con
sustentabilidad los preceptos que se deben considerar en el contexto
internacional, sin ser una lista agotada, para evitar el desarrollo retrógrado
incluirían las siguientes pautas:
Conservación y restauración del
medio ambiente; seguridad laboral, trabajo creativo con sueldo digno,
responsabilidad social corporativa, estructuración de éticas inmanentes,
contribución al desarrollo de una tecnología suave y no contaminante, acuerdos comunitarios y grupales,
equidad fiscal, precios justos no definidos
por la oferta y la demanda sino por el esfuerzo humano para producir
los bienes y servicios,
justicia social y respeto de las leyes, simplificación administrativa,
inclusión del arte y
del sentido estético, libertad e independencia
con responsabilidad, productividad
humanista alta, conciencia y actitud anti consumidora.
En la actualidad, el saber ético se erige en un deber
urgente que debe orientar la vigilancia
del excesivo poder que han adquirido ciertos grupos sociales, alcanzando un desarrollo desequilibrado dentro de un
modelo industrializado neoliberal produciendo en masa y al mismo tiempo
depredando los recursos naturales que son desde un punto de vista ético un bien
común de toda la humanidad. (Cantú-Martínez, 2015).
LA ÉTICA DEL AMBIENTE EN
EL CAMPO INTERNACIONAL
La carta de las Naciones Unidad de
1945 ha permitido el avance hacia un
desarrollo sostenible.
Esto se debe a que se hacía
énfasis a la paz internacional y velar
y promocionar los derechos humanos.
Según la Carta de la ONU, entre
propósitos de la asociación de naciones se encuentra: “la cooperación
internacional en la solución de problemas internacionales de carácter
económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del
respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza,
sexo, idioma o religión”.
Esos propósitos se desglosan en
metas que apuntan a asegurar “niveles
de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo
económico y social”, a su vez, los miembros “se comprometen a tomar medidas
conjunta o separadamente” con esos fines
– una situación que todavía está lejos de alcanzarse.
La temática ambiental se incorporó
en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Medio Ambiente Humano de Estocolmo (1972), en el marco de polémicas
entre la conservación y progreso económico, sobre el verdadero impacto del
crecimiento de la población, y sobre
las metas de desarrollo
de las naciones del “Sur” y exigencias ambientales de los gobiernos del
“Norte”.
Posteriormente
la "Declaración de Estocolmo" originó un listado de problemas ambientales
percibidos en
aquellos
tiempos, con
optimismo en su solución.
Luego, la Declaración de Estocolmo, “Una sola tierra” tampoco incluyó alguna sección sobre ética.
Sin embargo, la "Declaración de Estocolmo" indica que la protección del ambiente debe atender las necesidades actuales como a las generaciones futuras (principio 2). Cambios
en las valoraciones restringidas al campo humano,
abren ciertas restricciones al futuro, siendo estas un compromiso
de las futuras generaciones.
Pero, sobre todo, la Declaración responsabiliza a las personas como
sujetos que generen cambios.
Este encuentro de la ONU, legitimó
el debate internacional de
protección ambiental y se crearon nuevos autores, tal es así que se publicó en
1980 “La Estrategia Mundial de la Conservación” de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), también se creó el Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA) y el Fondo
Mundial para la Vida Silvestre (WWF).
Ellas contenían contribuciones
académicas y se planteó el
desarrollo sostenible con la preservación como base, pero estos
documentos carecen de un componente ético específico, más bien se agrega la
responsabilidad hacia los bienes comunes, con
una pertenencia a toda la humanidad.
Ante esto, la ONU conformó la
Comisión Mundial en Medio Ambiente y Desarrollo, la cual presentó el informe “Nuestro futuro común” de 1987, definiendo mejor el concepto de “desarrollo sostenible”, aun
sin aspectos éticos.
Regionalmente, el BID y la PNUD
elaboraron la llamada “Nuestra
propia agenda” en 1990,
también sin aspectos éticos.
Durante la década
de 1980, el debate se centró
en una “ética humana” por la valoración de aspectos esencialmente humanos, con
una posición dominante, o antropocéntrica.
La postura ética concebía a la
naturaleza en función de la
utilidad humana, pero con un deber moral para la protección de especies o
ecosistemas, considerando que su perdida afectaría el bienestar humano.
La ética se centraba sobre una moral de
calidad de vida con responsabilidad de las generaciones futuras y con la idea
de bienes comunes.
De esta forma surge el movimiento
ambientalista y la segunda Estrategia Mundial de la Conservación de 1991 titulada
“Cuidar la Tierra”, bajo
la iniciativa de la IUCN,
la PNUMA y la WWF. Lo novedoso, es que cuenta con una sección
dedicada a la ética.
“Cuidar la Tierra”
otorga a los aspectos éticos un papel central ya que “lo que la gente hace depende de lo que la gente
cree”.
Consecuentemente se postula que el desarrollo sostenible implica un tránsito hacia una sociedad sostenible que se basa en una ética para vivir de otra manera.
La estrategia considera que ese
cambio es moralmente correcto y que sin esa ética se pone en peligro el futuro
de la humanidad.
Esa nueva perspectiva ética incluye
reposicionar el papel del ser humano como una
parte de la comunidad de la vida, junto a las demás especies vivientes.
Se mantiene la libertad
a la da declaraciones
anteriores y se sostiene que “toda forma de vida merece ser respetada”. Varios
estudios influyentes de esa época insistían en el valor económico que pudieran tener
especies desconocidas o no estudiadas.
“Cuidar la Tierra”, además,
inspiró muchas de las discusiones que se hacían frente a la preparación de la Cumbre de la Tierra
celebrada en Rio de Janeiro
en 1992 (Rio 92) en
cuestiones tales como la redacción de la Convención de la Diversidad Biológica.
Un cambio clave del proceso de Rio
92 fue la definitiva conformación de un espacio internacional ciudadano que no
estaba condicionado por los gobiernos ni coordinado
por la ONU, aunque permitida por ella.
Se dio lugar al primer foro internacional de
organizaciones ciudadanas en paralelo a una
conferencia mayor de la ONU.
Allí se parte
de un "principio de la unidad en la
diversidad, donde cada
ser individual es parte
del todo".
Por lo tanto, el Compromiso postula una
defensa del derecho a la vida, en manera análoga a las demás declaraciones.
La generación de un espacio ciudadano
transnacionalizado se ha mantenido hasta
el día de hoy, expresándose en
campañas ambientales globales, en foros ciudadanos paralelos a los principales
eventos de la ONU, y en la profundización de acuerdos propios. En ese campo,
se debe mencionar a la Carta de la Tierra, un ejemplo importante de complementación entre el
espacio intergubernamental de las Naciones Unidas
y la sociedad civil.
La iniciativa fue relanzada en
1995 por una organización no gubernamental internacional (Consejo de la Tierra), que produjo un primer
borrador en 1997 y tras
prolongadas consultas se aprobó
un texto definitivo en 2000.
La Carta apunta a una ética ambiental y, por otro lado, apuesta a la sociedad civil
global para promover el desarrollo sostenible.
Se “busca inspirar en los pueblos
un nuevo sentido de interdependencia y responsabilidad compartida para
el bien de la humanidad y las demás especies
que habitan la Tierra.
Es una expresión de esperanza, así como un llamado de ayuda para crear una sociedad
global en un momento crítico de la historia". Propone,
además, “una sociedad global sostenible fundada en el
respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia
económica y una cultura de paz”.
La Carta propone cuatro principios
básicos: respetar la tierra y la vida en toda su diversidad; cuidar la
comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor; construir sociedades
democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas, y
asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las
generaciones presentes y futuras.
También se propone un consumo
sustentable. El segundo compromiso aborda la justicia social y económica para
erradicar la pobreza, un imperativo ético, social y ambiental.
Finalmente, sobre la democracia,
no violencia y paz, la Carta de la Tierra postula
el fortalecimiento de las instituciones democráticas, así como el fomento de la
educación
moral, espiritual y de sostenibilidad, y una
cultura de tolerancia, no violencia y paz.
La Carta brinda especial atención a la dimensión global de la sustentabilidad.
Sepostulaentonces“construirunacomunidad
global sostenible” bajo una
renovación de los compromisos con las Naciones Unidas, cumplir con sus
obligaciones bajo los acuerdos internacionales existentes y apoyar la
implementación de los principios de la Carta”.
También, se dio a conocer el “Manifiesto por la
Vida”, una iniciativa específica de América Latina y el Caribe,
bajo iniciativa del PNUMA
y en
el marco del Foro de Ministros de Medio
Ambiente de América Latina y el Caribe.
Es similar a la Carta de la
Tierra, aunque si bien no cuenta
con una ratificación formal de los
gobiernos, todos ellos la han apoyado en el marco de los encuentros de los
ministros del ambiente.
Esta iniciativa trata de
profundizar en los principios éticos que pueden ser la base del Plan de Acción
Regional de Medio Ambiente y que trasciendan hacia las políticas ambientales y
de desarrollo sustentable de los países de la región (PNUMA, 2001).
En 2002, se celebró una nueva
cumbre sobre ambiente y desarrollo que aprobó la Declaración de Johannesburgo,
similar a la declaración de Rio de 1992.
Sin embargo, en el 2000, los
gobiernos aprobaron un nuevo compromiso con el desarrollo en la “Declaración
del Milenio”.
El texto de la Declaración incluye valores y
preocupaciones éticas con elementos claves para la sustentabilidad.
En primer lugar, se menciona el respeto de la
Naturaleza, donde se sostiene que es necesario actuar con prudencia en la
gestión y ordenación de todas las especies vivas y todos los recursos
naturales, conforme a los preceptos del desarrollo sostenible.
En segundo lugar,
sepostula la responsabilidad común.
Las tareas de gestionar el
desarrollo, junto a otras acciones como la preservación de la paz, deben ser
compartidas por las naciones del mundo
y ejercerse multilateralmente.
Para ello, los gobiernos se apoyan en el
sistema multilateral de las Naciones Unidas para avanzar en esas tareas.
En tercer lugar,
la Declaración presenta un compromiso
específico de “adoptar una nueva ética de conservación
y resguardo en todas nuestras actividades relacionadas con el medio ambiente”. (Zahedi y Gudynas, 2008)
LOS TEMAS ÉTICOS
EN LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE
De acuerdo
a la Administradora del
PNUD, Helen Clark, los ODS nos proporcionan un
plan y una agenda comunes para abordar algunos de los retos más apremiantes que
enfrenta nuestro mundo,
como la pobreza, el cambio climático y los conflictos.
El PNUD
tiene la experiencia y los conocimientos especializados para impulsar
el progreso y ayudar a los países a tomar la senda del desarrollo sostenible.
Establecer los ODS y en general el
debate sobre el desarrollo sostenible implicó una serie de temas éticos, puesto que existían
intereses de naturaleza económica
y la economía de mercado
domina los procesos de decisión,
tanto
públicos como privados.
Esto generó la inclusión de la
ética en la economía (eticonomía), lo que implica un cambio radical en las
nociones de bienestar, desarrollo, progreso
y competitividad.
Este cambio solo se logra como
resultado de una revolución de valores,
por ejemplo, asimilar el pensamiento de que el bienestar no consiste solamente
en consumir más o tener más, sino en mejorar nuestra calidad de vida, el buen
uso de nuestro tiempo, la felicidad. No solo en la concepción material de estas.
El término “desarrollo sostenible”
ha sido definido de muchas
maneras. Gro Brundtland, en su libro titulado “Nuestro
Futuro Común” (1987) usa tres palabras
claves para entender el desarrollo sostenible:
nuestro, futuro, común.
Es decir, el futuro se construye,
y depende de nosotros, como colectividad, como una familia global.
Es por eso que el calentamiento de la tierra, la pérdida de biodiversidad, la destrucción de la capa de ozono o la pobreza y el
hambre, nuestra o del otro, nos afecta a todos.
Definió al desarrollo sostenible como una
realidad donde la generación presente (nosotros) podemos satisfacer nuestras
necesidades, sin limitar a las generaciones futuras para que también puedan
satisfacer sus necesidades.
Esta definición implica temas ecológicos,
sociales, económicos, conceptos de justicia ambiental, gestión de recursos naturales, eficiencia energética, comercio
justo, entre otros (Jerkovic), ver figura 1.
Por lo indicado, existen muchas formas de
entender el desarrollo sostenible:
- Como una forma de
desarrollarse y transformarse como sociedad.
- Como una
colección de valores
colectivos de manejo y conservación de nuestros recursos naturales y el medioambiente.
- Como una forma de vivir en este planeta, no destruyendo, no despilfarrando.
- Como un derecho, en
particular, el derecho a una vida buena, a una
calidad de vida aceptable.
- Como un estado de
consciencia social donde nosotros
entendemos que no se
destruye la naturaleza ni se afecta negativamente a ninguna forma de vida que
hoy existe.
CONCLUSIONES
- Nuestro actuar afecta a muchas formas de vida, ya sea para bien
o para mal, y a muchas generaciones, por lo que es imperativo abordar juntos
los problemas éticos que la humanidad confronta. Como se ha advertido, el proceso de avance en la ciencia y la tecnología, más el
apego a un desarrollo, simplemente sostenido en el crecimiento económico,
impuso diferentes ritmos en las relaciones entre economía-naturaleza-sociedad, cuyas disonancias se
reflejaron en apremios preponderantemente en lo local y en el entorno, que
paulatinamente perturbó a las poblaciones.
- Un desarrollo sustentable con ética nos permite
identificar en este tiempo quela conciencia del ser humano ha ido
transfigurándose en una conciencia universal. Se ha transfigurado en aspectos
que abarcan los valores de la
vida, la libertad, la equidad social, la solidaridad y el respeto a la
naturaleza. Estos valores se fundamentan en el hecho del valor absoluto que poseen todas
las personas, pero esencialmente en el reconocimiento a la dignidad
humana y derechos humanos que deben prevalecer si deseamos florecer en una
sociedad de seres racionales.
- En 1991 toda una sección dedicada a la ética aparece en el libro “Cuidar la
Tierra”, libro que marcó una segunda estrategia mundial de la conservación. A
partir de esto, se marca la relación de
la conservación con la sustentabilidad, pues se mezcla lo moralmente correcto
con una nueva perspectiva ética que reposiciona el papel del hombre como una
parte de la comunidad de la vida junto a las demás especies
vivientes, con protección de
los sistemas ecológicos.
- El
desarrollo sostenible desde lo ético debe
ser alcanzado en
forma justa y equitativa, en donde los aspectos sociales y económicos logren
interactuar armónicamente alcanzando un equilibrio
que permita una vida digna y justa; sin embargo, para que el desarrollo sostenible sea viable se requiere la
creación de incentivos, como los bonos de carbono o bonos verdes, subsidios, premios, etc.
- La
diversidad sociocultural de la humanidad genera escenarios diversos en donde la dignidad humana constituye el principal pilar del desarrollo sostenible en un ambiente propicio
para el logro de todas las capacidades humanas
posibles.
- A través de la ética
se generan ambientes de preocupación por el uso consciente y mesurado de los recursos naturales, evitando las
actitudes agresivas que pongan en riesgo o peligro potencial una futura escasez de los mismos,
creando con ello una conciencia ética colectiva sobre la preservación de los mismos.
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frente al Debate Internacional. En M. Gottsbacher, y S. Lucatello, Reflexiones sobre la ética y la cooperación internacional para el desarrollo:
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